Cuando la cantante Whitney Houston murió de una sobredosis, varias personas dijeron: “Qué desperdicio”. Tenía una voz increíble, oportunidades excepcionales con tal talento, grandes riquezas y una vida plena. Sin embargo, trágicamente, ella terminó su vida muy pronto. Fue un desperdicio.
Los creyentes a veces desperdician las riquezas de la gracia de Dios después de recibir el regalo de la salvación. ¿Cómo? No regocijándonos en las grandes riquezas que tenemos en Cristo, no usando las oportunidades que tenemos para servir al Señor y eligiendo actividades egoístas, o un estilo de vida pecaminoso, en lugar de vivir para el Salvador que murió por nosotros. Muchos efectivamente suprimen su vida espiritual por un camino trágicamente díscolo lejos de la voluntad de Dios. Debido a que esto estaba sucediendo dentro de la iglesia en Corinto, el apóstol Pablo les escribe diciendo: “nosotros, como colaboradores, les exhortamos también a ustedes a que no reciban en vano la gracia de Dios” (II Corintios 6: 1). Había una manera para que estos creyentes no desperdicien la gracia de Dios extendida a ellos. Pablo instó a los corintios a tener cuidado de vivir de una manera que “No damos a nadie ocasión de tropiezo en nada, para que nuestro ministerio no sea desacreditado” (vs.3). Él no quería que su testimonio trajera reproche sobre el nombre de Cristo y permitiera que las almas perdidas lo usasen como excusa para no ser salvos. En cambio, debían vivir tan puramente que “… en todo nos presentamos como ministros de Dios…” (vs.4a). Así como un embajador de los Estados Unidos debe representar bien a nuestro país a través de una buena conducta, nosotros que conocemos a Cristo debemos hacer lo mismo. Esto debe ser así sin importar nuestras circunstancias: “… en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes [es decir, golpes durante la persecución], en cárceles, en tumultos, en duras labores, en desvelos, [o] en ayunos” (vss.4b-5). Pablo los instó a aprovechar la fuerza de la gracia diaria de Dios y representar bien la gracia de Dios. Esto significaría demostrar “pureza”, “conocimiento”, “tolerancia”, “bondad”, “amor no fingido” y servicio al Señor (vss.4-10). Si estos creyentes proclamaran en la “palabra de verdad, en poder de Dios” (vs.7), la gracia de Dios sería una inversión divina que no se desperdiciaría, ni se recibiría “en vano” (vs.1b).
No permitas que la gracia de Dios se desperdicie, en no vivir una vida dedicada a Cristo. Representa bien a tu Salvador demostrando las cualidades divinas enumeradas arriba.