Ataduras emocionales – Hechos 20:36-38

Ha sido un gran privilegio haber servido en varias iglesias en los últimos cuarenta años. Fue difícil cada vez que pasábamos a otro ministerio, pero teníamos muchos buenos recuerdos de las dulces amistades forjadas, despedidas llenas de lágrimas y muchos abrazos amorosos. Si bien hemos sido bendecidos con una estrecha relación en cada iglesia, recordamos muy bien a un querido hermano de mediana edad que se levantó para agradecernos por nuestro ministerio, pero solo pudo llorar. Estas amistades cristianas han sido preciosas; hemos tenido algunos que ha recorrido grandes distancias para visitarnos regularmente y traer regocijo a nuestros corazones.

Cuando el apóstol Pablo se despidió de los ancianos de Éfeso, leemos una de las escenas más conmovedoras del Nuevo Testamento. ” Cuando había dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban, lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su cara…” (Hechos 20: 36-37). Esta estrecha relación forjada entre ellos fue tan fuerte que su separación literalmente los hizo llorar. Este tipo de relación entre creyentes, especialmente entre aquellos que ministran la Palabra y aquellos que reciben tal ministerio, debe ser la norma para todos los cristianos. Pablo experimentó vínculos similares con los santos que eran más cercanos que los miembros de la familia biológica. Al escribir a los santos en Filipos, Pablo se dirigió a ellos diciendo: “Así que, hermanos míos, amados y queridos, gozo y corona mía, estén firmes en el Señor, amados” (Filipenses 4: 1). Reconoció a sus queridos amigos Priscilla y Aquila que lo habían alojado, trabajado junto a él y que se mudaron para ministrar con él. Él los describió como los “que expusieron sus cuellos por mi vida” (Romanos 16: 4). Del mismo modo, cuando Pablo fue encarcelado en Roma, Onesíforo “… me buscó solícitamente y me halló. … Cuánto nos ayudó en Éfeso tú lo sabes muy bien …” (II Timoteo 1: 17-18). En estos casos, Pablo había extendido su corazón a los creyentes. Mientras él ministraba, ellos respondieron de la misma manera, y una relación profundamente satisfactoria no solo creció, sino que prosperó.

¿Has establecido una relación muy estrecha y sincera con otros creyentes, incluidos aquellos que han comprometido sus vidas para ministrarte la Palabra de Dios? Estas pueden ser algunas de las relaciones más dulces y gratificantes de la vida. Hoy, extiende tu amistad y agradece a aquellos que te ministran la Palabra de Dios.


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Lavados, Santificados y Justificados

“Y tales eran algunos de ustedes; mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados, en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (I Cor. 6:11).

Los versículos precedentes de I Cor. 6 contienen una larga lista de viles pecados y vicios en que han caído los hombres, y el Apóstol añade:

“Y así eran algunos de ustedes”. La Iglesia de Dios no está formada por “buenas personas” que nunca han caído en pecado. Se compone más bien de pecadores, salvados por la gracia, mediante el pago infinito hecho por Cristo por el pecado en la cruz del Calvario.

“Y así eran algunos de ustedes”. Si el Apóstol hubiera incluido los pecados más “refinados”, como la soberbia, el fariseísmo, etc., habría tenido que decir: “Y eso erais todos vosotros”.

Nótese además, sin embargo, que el Apóstol dice: “Y esto erais algunos de vosotros”. Gracias a Dios, continúa diciendo de aquellos que habían sido así manchados por el pecado: “Mas vosotros sois lavados, ya sois santificados, ya sois justificados, en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. ”

¡Qué hermosas estas tres frases: “Mas vosotros sois lavados, mas sois santificados, mas sois justificados”! La palabra “pero” que aparece antes de cada frase indica que cada una debe considerarse por separado. Tales viles criaturas eran algunos de ustedes, “pero ya están lavados”, limpios de los pecados que los contaminaron. “Pero vosotros sois santificados”. Habiendo sido limpiado, ahora estás apartado como sagrado para Su gloria. “Pero vosotros estáis justificados”. Cuando Dios nos justifica, ¿quién puede condenar?

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Es Dios el que justifica; ¿Quién es el que condena?”

Todo esto se hace por el pecador creyente, como dice nuestro versículo, “en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.


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Causing Division – Acts 20:17-35

Terrell Owens made six Pro Bowl appearances and holds the second most receiving yards in NFL history. Yet for all his accomplishments, he was widely considered one of the most divisive players in the league. While playing for five NFL teams, he caused constant controversy through outrageous scenes, and by criticizing coaches and teammates. His presence was so disruptive, despite his abundant talents; teams ultimately traded him, and eventually would not sign him.

When the Apostle Paul called for the Elders of the Church at Ephesus, he warned them, “For I know this that after my departing shall grievous wolves enter in among you, not sparing the flock. Also of your own selves shall men arise, speaking perverse things, to draw away disciples after them” (Acts 20:29-30). It is a sad reality that Christians have often knowingly engaged in behavior that was disruptive to the unity and welfare of those in local churches. Our text refers to elders who acted as vicious wolves for self-serving purposes. Paul warned the church at Rome, “…I beseech you… [to] mark them which cause divisions and offenses contrary to the doctrine which ye have learned; and avoid them, For they that are such serve not our Lord Jesus Christ, but their own belly, and by good words and fair speeches deceive the hearts of the simple” (Romans 16:17-18). Some today enter into churches with doctrine that they know will cause a controversy. They persuade ungrounded believers to follow them while leaving the church devastated. Others intentionally send unsolicited tapes and literature with controversial content knowing it is contrary to what is taught by the pastor and elders. Doing so does not serve or honor the Savior, but it continues nonetheless. In the church at Corinth, the believers became polarized with divisions by championing either Paul, Apollos, or Peter (I Corinthians 1:12). What remained was “envying, and strife, and divisions” that caused Paul to ask, “…are ye yet carnal, and walk as (unsaved) men?” (I Corinthians 3:3).

It is gravely serious to disrupt the unity of a local church with controversial doctrine, criticism, championing one teacher over another, or having an argumentative spirit that leads to strife. God charges each one of us to “endeavor to keep the unity of the spirit in the bond of peace” (Ephesians 4:3), and warns we will “give an account” for our conduct at the Bema Seat (Romans 14:12; II Corinthians 5:10). Don’t be disruptive. Work to edify and unify your church.


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Causando división – Hechos 20:17-35

Terrell Owens hizo seis apariciones en el Pro Bowl y es el segundo jugador con más atrapadas en la historia de la NFL. Sin embargo, a pesar de todos sus logros, fue considerado como uno de los jugadores más divisivos en la liga. Mientras jugaba para cinco equipos de la NFL, causó controversia constante por sus escándalos, y por sus criticas a entrenadores y compañeros de equipo. Su presencia era muy perturbadora, a pesar de su gran talento Al final, los equipos lo intercambiaron, y finalmente no lo firmaron más.

Cuando el apóstol Pablo llamó a los Ancianos de la Iglesia en Éfeso, les advirtió: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; y que de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos” (Hechos 20: 29-30). Es una triste realidad que los cristianos a menudo se hayan involucrado a sabiendas en un comportamiento perjudicial para la unidad y el bienestar de las iglesias locales. Nuestro texto se refiere a los ancianos que actuaron como lobos feroces con fines egoístas. Pablo advirtió a la iglesia en Roma, “…ruego, hermanos, que se fijen en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que han aprendido, y que se aparten de ellos. Porque tales personas no sirven a Cristo nuestro Señor sino a sus propios estómagos, y con suaves palabras y lisonjas engañan a los corazones de los ingenuos” (Romanos 16: 17-18). Algunos hoy ingresan a las iglesias con una doctrina que saben que causará controversia. Persuaden a los creyentes sin fundamento a seguirlos mientras dejan la iglesia devastada. Otros envían intencionalmente cintas y literatura no solicitada con contenido controversial, sabiendo que es contrario a lo que enseñan el pastor y los ancianos. Hacer eso no sirve ni honra al Salvador, pero continúa de todos modos. En la iglesia de Corinto, los creyentes se polarizaron con divisiones defendiendo a Pablo, Apolos o Pedro (I Corintios 1:12). Lo que quedó fue “celos y contiendas” que hicieron que Pablo preguntara: “¿…Son carnales y andan como humanos?” (I Corintios 3: 3).

Es grave perturbar la unidad de una iglesia local con controversia, crítica, defensa de un maestro sobre otro, o con espíritu que conduzca a la discordia. Dios nos acusa de no “procurar con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4: 3), y advierte que “daremos cuenta” de nuestra conducta en el trono de Bema (Romanos 14:12); II Corintios 5:10). No seas disruptivo. Trabaja para edificar y unificar tu iglesia.


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Paul Sets Sail for Jerusalem – Acts 21:1-17

Summary:

Once Paul got away from the hugs of the elders (20:37cf.21: 1), he found a ship (v.2) and launched with it (v.3). The Spirit spoke through some prophets to tell him not to go to Jerusalem (v.4 cf. 20:22,23). But he was in a hurry (20:16), and only stayed in Tyre seven days because he was traveling on a freighter that needed to unload and reload (21:3). But a mere week with those saints prompted as tearful a goodbye as he had with those elders who he’d known 3 years (20:36-38). Grace believers work their way into each other’s hearts fast.

Next, they left (21:7) and found a man who served God so humbly earlier (v.8 cf.Acts 6:1-5) that God rewarded his him by making him an evangelist (8:5-40cf.Mt.25:21). Paul says we should honor humble servants equally with great ones (ICor.12:23).  But if Paul stayed with an evangelist instead of a prophet because he was tired of prophets telling him not to go to Jerusalem, he was out of luck (Acts21:9). But despite his hurry, he listened to those women for days (21:10). Sometimes women can influence men more than other men.

But when he eventually ignored them too, God sent him another prophet, who predicted bonds and afflictions would befall Paul in Jerusalem, and illustrated his prediction (v.11) with his belt (v.11cf.IKi.1:8).  Prophets often illustrated their predictions (cf. IIKi.11:29-31). It was God who prompted such “similitudes” (Hos.12:10), so it’s okay for preachers to use them. If God had a prophet use one on a saint as great as Paul, He must expect they’ll be effective on the best of us.

But Agabus clarified what the prophets in verse 4 meant when they told Paul he “should not” go to Jerusalem.  He meant only to warn him of what would happen if he went, as when God told the wise men they “should not” return to Herod (Mt.2:12).  That was more of a warning than a commandment.  But Paul disobeyed because he wanted to be there for Pentecost (Acts 20:16) to preach to that huge crowd of Jews who must attend that feast every year by law.  He didn’t care if he had to be beaten and arrested to do it.

But his friends cared—even Luke (21:12). He replied he was ready to die in Jerusalem—and probably expected to (cf.20: 25).  The friends trying to talk him out of dying were like the Lord’s friend Peter (Mt.16:21-23). We shouldn’t act irresponsibly in serving God, but at some point, we must agree with what Paul said in Acts 20:24.  Satan thinks we’ll give whatever we have to save our lives (Job 2:4), but Job taught him better—and so did Paul.  Why not be like them, and the man who served God in humble ways with no regard for his life (Phil.2:25-30). Women can too (Esth.4:16; Rom.16:3,4).

In Acts 21:14, Paul’s friends weren’t saying, “Whatever is going to happen, will happen.” The prophets told them what would happen—he’d be beaten and arrested.  They were saying, “If that’s God’s will, let it happen.” What they didn’t say was, “Paul, you go get beaten, we’ll stay here.” They joined him (Acts 21:15), just as Thomas said he and the rest of the 12 should die with the Lord (Jo.11:7,8,16).  God needs more of that kind of spirit in His people (cf. IISam.15:21)!

Those “carriages” were like what we would call carry on baggage. Luke notes them because they were filled with the money Paul collected from the Gentile churches for “the poor saints” in Jerusalem (Rom. 15:26).  They brought along a saint who had been a disciple so long that all the other saints in Jerusalem were sure to know where he lived (Acts 21:16).  So when word got out Paul was distributing money from his house, they’d all know where to go to get some. This is why Paul was hasting to get there by the feast!  He knew that when those Jews heard him preach Christ, knowing he was also there to help the people of Israel, that they would be much more apt to listen to him.  It was a once-in-a-lifetime opportunity, and he wasn’t about to miss it!

A video of this message is available on YouTube: “Paul Sets Sail For Jerusalem” Acts 21:1-17

Imitadores

Hace unas semanas, cuando nuestro nieto tenía unos 27 meses, lo notamos haciendo algo increíblemente lindo. Se había puesto las chancletas de su papá (una talla 12) y caminaba orgulloso por la habitación con una gran sonrisa en su rostro. Se ha convertido en un gran imitador natural de lo que nos escucha decir y nos ve hacer. Esto me hizo pensar que incluso los adultos solemos imitar a alguien.

Una vez que Israel estuvo en su tierra prometida, “el pueblo se negó a obedecer la voz de Samuel; y ellos dijeron: No; pero tendremos un rey sobre nosotros; para que también nosotros seamos como todas las naciones…” (I Sam. 8:19-20). Esta fue una decisión imprudente por parte de Israel. Dios los había estado gobernando a través de una serie de jueces que representaban al Señor. Estos jueces ciertamente no eran perfectos, pero este había sido el diseño de Dios. La respuesta de Jehová a su demanda virtual a Samuel de que les diera un rey fue, “no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que yo no reine sobre ellos” (I Sam. 8:7).

Este patrón de imitar al mundo se agravó más tarde. “Desecharon sus estatutos [del Señor] y su pacto… y se envanecieron, y fueron en pos de las naciones que los rodeaban, acerca de las cuales el Señor les había mandado que no hicieran como ellos” (II Reyes 17: 15). A lo largo del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios con frecuencia se volvió demasiado cercano y familiar con las personas perdidas a su alrededor. En el caso de Lot, primero plantó su tienda hacia Sodoma, pero al poco tiempo estaba viviendo dentro de la ciudad y había perdido por completo su testimonio. En otros casos, Israel hizo tratados con las naciones paganas, comenzó a casarse con ellas y en poco tiempo comenzó a adorar a sus dioses falsos. Estaban imitando las cosas equivocadas y a las personas equivocadas.

Este mismo peligro todavía atrapa a muchos creyentes en nuestros días. Con demasiada frecuencia, somos indebidamente influenciados por la forma en que los perdidos de nuestra sociedad hablan, se visten, piensan y por lo que consideran aceptable, incluso cuando estas cosas claramente desagradan al Señor. Con demasiada frecuencia, los creyentes caemos en la trampa de estar demasiado ocupados con los deportes, la recreación, el tiempo libre y los pasatiempos, y descuidamos las cosas espirituales y la obra local del Señor. El Señor tiene en mente algo mucho mejor para nosotros, y alguien mucho mejor a quien imitar.

El Señor nos dice en Romanos 12:2: “No os conforméis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Como creyentes, nuestras vidas deben ser tan transformadas que haya una marcada diferencia entre nosotros y los no salvos. Nuestro estándar no debería ser lo que está haciendo el mundo, o lo que dicta la última moda. Nuestro estándar debe ser lo que agradaría y honraría al Señor. No hay ninguna virtud en ser raro, extraño o impar. Estas cosas no realzan nuestro testimonio o eficacia como representante del Señor Jesucristo. Sin embargo, los creyentes debemos ser diferentes del mundo en muchos aspectos.

Los creyentes tienen a alguien a quien deberían imitar. Debemos “observar a los [creyentes piadosos] que andan así como nos tenéis por ejemplo” (Filipenses 3:17). Cristianos piadosos y conocedores que siguieron
Pablo como siguió a Cristo y son fervientes en su caminar con Cristo son los que debemos imitar.


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Burning Bridges – Acts 19:19

During the Revolutionary War, it was customary to burn bridges after troops crossed over them, to prevent the enemy from slipping up behind an army, and to prevent soldiers from deserting in the heat of battle. On one occasion, General George Washington led his troops across a bridge as they were nearing a battle. One of his officers asked him whether or not to burn the bridge behind them. General Washington reportedly looked at the bridge, then to the battle, and said, “Burn the bridge, it is either victory or death.”

When Paul came to the city of Ephesus, God blessed him with an open door to “…speak boldly for the space of three months…” in the synagogue, “persuading them the things concerning the kingdom of God” (Acts.19:8). When many “hardened” their hearts, God opened another door “in the school of Tyrannus” where, for two years, Paul proclaimed Christ. The result was, all in Asia, both Jew and Gentile, “heard the word of the Lord Jesus” (vs. 10), and many were saved. During this time, Paul was also able to work miracles. Then, unsaved “vagabond [or traveling] Jews” sought to cast out demons, presumably for hire, “by Jesus whom Paul preacheth” (vs. 13). God did not honor lost men making merchandise of the Savior’s name. Instead of being cast out, the demons beat them so severely “they fled out of the house naked and wounded” (vs. 16). Once all Ephesus heard of this event, great conviction occurred, particularly on those who had already trusted in Christ. “And many that believed came, and confessed, and showed their deeds. Many…which used curious arts [occult type practices] brought their books together, and burned them before all men…” (Acts 19:18-19). These believers had not cut their ties to previous sinful things that would greatly dishonor Christ, and hinder their daily Christian walk. When convicted of these wrongs, they had a huge bonfire, effectively burning their bridges to prevent their easy return to sinful things.

Today, serious-minded Christians likewise need to burn bridges to previous sins and get sinful things out of our lives. We need to “burn” pornography, immodest clothing, worldly beverages, and other things we know hinder our walk with Christ. Today is a good day for a bonfire. What sinful bridge would God have you burn?


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Puentes en llamas – Hechos 19:19

Durante la Guerra de la Revolución, era costumbre quemar los puentes después de que las tropas los cruzaran, para evitar que el enemigo llegara detrás de un ejército, y para evitar que los soldados desertasen en el fragor de la batalla. En una ocasión, el general George Washington condujo a sus tropas a través de un puente mientras se acercaban a la batalla. Uno de sus oficiales le preguntó si debía o no quemar el puente detrás de ellos. Según los informes, el general Washington miró el puente, luego a la batalla y dijo: “Quemen el puente, es la victoria o la muerte” 1.

Cuando Pablo llegó a la ciudad de Éfeso, Dios lo bendijo con una puerta abierta para predicar con valentía durante tres meses en la sinagoga, ” persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios” (Hechos 19:8). Cuando muchos “endurecieron” sus corazones, Dios abrió otra puerta “en la escuela de Tyrannus” donde, durante dos años, Pablo proclamó a Cristo. El resultado fue que, en toda Asia, tanto judíos como gentiles, “oyeron la palabra del Señor Jesús” (vs. 10), y muchos fueron salvos. Durante este tiempo, Pablo también pudo hacer milagros. Entonces, los “judíos exorcistas ambulantes” no salvos, buscaron expulsar demonios, “por el Jesús que Pablo predica” (vs.13). Dios no honró a las almas perdidas haciendo mercadería del nombre del Salvador. En lugar de ser expulsados, los demonios los golpearon tan severamente que “huyeron desnudos y heridos de aquella casa” (vs.16). Una vez que todo Éfeso se enteró de este evento, se produjo una gran convicción, particularmente en aquellos que ya habían confiado en Cristo. Y “Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente … un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos” (Hechos 19: 18-19). Estos creyentes no habían cortado sus lazos con las cosas pecaminosas anteriores que deshonrarían grandemente a Cristo y obstaculizarían su caminar cristiano diario. Cuando fueron declarados culpables de estos errores, tuvieron una gran hoguera, quemando efectivamente sus puentes para evitar su fácil retorno a las cosas pecaminosas.

Hoy en día, los cristianos serios también necesitan quemar los puentes hacia pecados previos y sacar las cosas pecaminosas de sus vidas. Necesitamos “quemar” la pornografía, la ropa inmodesta, las bebidas mundanas y otras cosas que sabemos que obstaculizan nuestro caminar con Cristo. Hoy es un buen día para una fogata. ¿Qué puente pecaminoso te haría Dios quemar?


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Las enseñanzas de Jesús

En la controversia sobre la “verdad paulina”, no pocos fundamentalistas se han unido a los modernistas para intentar exaltar “las enseñanzas de Jesús” (en la tierra) por encima de la Palabra de Dios a través de Pablo. “¿Cuáles”, preguntan, “deberían tener más peso con nosotros, las palabras de Jesús o las palabras de Pablo?”

Pero, ¿piden esto porque realmente desean obedecer estas “palabras de Jesús” y verlas obedecidas? No, porque las ignoran y las desobedecen flagrantemente, desde el Sermón del Monte hasta la Gran Comisión.

Con respecto al Sermón del Monte, no se sujetan a la ley de Moisés (Mateo 5:17-19); no traen ofrendas a los altares de sacrificio (5:23,24); no dan gratuitamente a todos los que les piden (5:42; 10:8,9); no se abstienen de hacer tesoros en la tierra (6:19,25,26); no venden lo que tienen ni dan limosna (Lc 6,30; 12,33).

Y mientras profesan obediencia a la llamada “Gran Comisión” como “órdenes de marcha de la Iglesia”, no proclaman la fe y el bautismo para salvación (Marcos 16:16); ellos no—ellos no pueden—realizar señales milagrosas (Marcos 16:17,18); no le dan al judío el primer lugar en su ministerio (Lucas 24:47; Hechos 1:8), y ciertamente no enseñan a otros a observar todas las cosas que ordenó el Mesías en la tierra (Mateo 28:20 cf. 23:1). -3).

Contraponen “las enseñanzas de Jesús” (en la tierra) a “las enseñanzas de Pablo”, no porque estén decididos a obedecer a Jesús, sino porque están decididos a minimizar lo que Dios ha “magnificado”: la autoridad de Pablo como “el apóstol de los gentiles” (Rom. 11:13).

Buscan exaltar las enseñanzas del Jesús terrenal por encima de las de Pablo porque han cerrado sus oídos a las afirmaciones de Pablo, tantas veces repetidas e inspiradas por el Espíritu, de que el Señor glorificado habló de nuevo desde el cielo, a él y a través de él, encomendándole “ la dispensación de la gracia de Dios” y el programa del día en que vivimos (Hechos 20:24; 22:6-10,17-21; 26:12-18; Rom. 11:13; 15:15, 16; 16:25, 26; 1 Corintios 3:10; 11:23; 15:3; 2 Corintios 5:16; Gálatas 1:1, 11, 12; 2:7-9; Efesios 3: 1-4, 8, 9; 6:18-20; Filipenses 4:9; Colosenses 1:23-27; 1 Tesalonicenses 4:15; 2 Tesalonicenses 3:14; 1 Timoteo 2:5-7 2 Timoteo 2:7-9; Tito 1:2,3, etc.).

Han olvidado la severa reprensión que recibieron los gálatas por no reconocer las enseñanzas de Pablo como un mensaje del Cristo resucitado y exaltado (Gálatas 1:6-12). Han tomado a la ligera las palabras de Pablo a los corintios:

“…si vuelvo otra vez, no perdonaré; ya que buscáis la prueba de que Cristo habla en mí…” (II Cor. 13:2,3).

Han distorsionado la admonición inspirada de Pablo en cuanto a sus propios escritos:

“Si alguno enseña otra cosa, y no consiente en las sanas palabras, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, y en la doctrina que es conforme a la piedad; se envanece, no sabe nada… de tales cosas aléjate” (I Timoteo 6:3-5).


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Clean Hands – Acts 18:1-6

We wash food from toddlers’ hands when removing them from a highchair. We remind youngsters leaving the table to wash their hands so they don’t smear food on furniture. We repeatedly ask children to wash their hands after using the bathroom. Signs in bathrooms of restaurants inform employees that they are required to wash their hands. Those in the medical field are vigorously trained to wash their hands. In all of these examples, we are reminded that dirty hands are a problem.

While in Corinth, “…Paul was pressed in the spirit, and testified to the Jews that Jesus was [the] Christ. And when they opposed themselves, and blasphemed, he shook his raiment, and said unto them, Your blood be upon your own heads; I am clean: from henceforth I will go unto the Gentiles” (Acts 18:5-6). This declaration tells us about far more than Paul beginning to take a determined step away from ministering to Jews and toward an unprecedented focus on ministering to Gentiles. Paul was also saying he was clean of any responsibility for the eternal destruction of these Jews because he had given them the gospel, and they rejected it. This concept relates back to God’s words to Ezekiel. This child of God was told, “…I have made thee a watchman…hear the word at My mouth, and give them warning from Me. When I say unto the wicked, Thou shalt surely die; and thou givest him not warning, nor speakest to warn the wicked…to save his life; the same wicked man shall die in his iniquity, but his blood will I require at thine hand” (Ezekiel 3:17-18). To drive this point home, the same message is repeated in Ezekiel 33:1-9. Today, we might use the symbolic expression: “He has blood on his hands.” Pilate illustrated this concept. When he could not prevail upon the Jews to release the Savior rather than crucify Him, “… he took water, and washed his hands…saying, I am innocent of the blood of this just person…” (Matthew 27:24). While Pilate was not truly innocent, Paul’s hands were clean because he had warned these lost men by giving them the gospel.

It is no accident that we see the constant example of Paul proclaiming the gospel to lost souls. He knew if he did not, his hands would not be clean regarding their eternal destruction. It is also God’s reminder of our responsibility to share the gospel. Will your hands be clean regarding lost souls you will meet today?


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