Unos treinta años después de la muerte y resurrección de Cristo, San Pedro escribió a los creyentes de la dispersión judía:
“Para vosotros, pues, que creéis, Él es precioso; pero a los que son desobedientes, la piedra que los constructores desecharon, ésta se les convierte en cabeza del ángulo,
“Y piedra de tropiezo y roca de escándalo, aun para los que tropiezan en la palabra, siendo desobedientes…” (I Pedro 2:7,8).
Es cierto que los constructores de Israel, hace 1900 años, “rechazaron” a Cristo como piedra angular para su construcción, y que cuando Él se convirtió en la “Cabeza del ángulo”, según Sal. 118:22, fue para ellos ocasión de tropiezo y vergüenza.
Pero Cristo es “piedra de tropiezo” para todos los que lo rechazan. En Rom. 9:33 San Pablo cita varios pasajes del Antiguo Testamento:
“Como está escrito: He aquí, pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de escándalo; y todo aquel que en él cree, no será avergonzado”.
En los días de Pedro y en los de Pablo, los que consideraban a Cristo como su piedra angular nunca tenían motivo para avergonzarse. Fueron aquellos que lo rechazaron y rechazaron quienes siguieron tropezándose con Él y fueron constantemente avergonzados por Él.
Así que hoy, aquellos que ponen su confianza en Cristo crucificado y resucitado están eternamente seguros y nunca serán avergonzados por haberlo hecho. Pero aquellos que rechazan a Cristo siguen tropezando con Él para siempre. Lo escuchan predicar por radio, lo ven ofrecido como Aquel que murió por sus pecados, se enfrentan constantemente a sus afirmaciones y se sienten avergonzados. Siguen tropezando para siempre con Él.
Moraleja: confía en Él ahora como tu Salvador personal, porque “todo aquel que en él cree, no será avergonzado”.