El poder de la piedad

by Pastor Cornelius R. Stam

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Dios quiere que vivamos como Su propia posesión sagrada, separados de este sistema mundial, pero la piedad está pasada de moda en estos días. Los líderes religiosos, cada vez en mayor número, nos dicen que para ganar el mundo debemos ser parte de él y para ganar a la gente del mundo debemos tener comunión con ellos en las cosas que hacen y en los lugares a los que van. Pero el creyente no puede impresionar al mundo amoldándose a él. Y aunque pudiera hacerlo, este enfoque seguiría siendo contrario a la Voluntad de Dios, pues Su Palabra nos exhorta:

“No os conforméis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2).

Es la verdadera piedad, la separación constante de Dios de este mundo, lo que impresiona más profundamente a los perdidos de quienes damos testimonio.

La verdadera piedad ejerce un enorme poder espiritual. Hace que los hombres trabajen y se sacrifiquen, sí, que sufran y mueran por Cristo y por los demás. Ejerce una profunda influencia sobre aquellos con quienes entra en contacto. Un creyente verdaderamente piadoso se ganará el respeto de otros creyentes y con su ejemplo los alentará a vivir vidas piadosas, mientras que al mismo tiempo su piedad convencerá a los perdidos, de modo que se enojarán o se volverán a Cristo para salvación.

Por eso II Tim. 3:12 dice: “Sí, y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecución”. A los cristianos carnales no les gusta pensar en la palabra “todos” en este pasaje, pero está ahí y representa una reprimenda por su falta de consagración a Dios. Tienen “apariencia de piedad” pero niegan “la eficacia de ella” (II Timoteo 3:5).