¿Podrías solo crecer? – I Corintios 3:1-6

by Pastor John Fredericksen

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Tenemos unos amigos que tienen una sobrina extremadamente inmadura. Sus padres la han mimado tanto que, a sus veinte años, nunca tuvo que levantar su plato, lavar su ropa, levantar un dedo para ayudar en casa, conseguir un trabajo o hacer cualquier otra cosa que no sea jugar videojuegos. En las raras ocasiones en que no se salía con la suya por completo, hacía berrinches para manipular a los adultos a su alrededor. Una vez, le gritó a su tía, cerró de golpe la puerta, se arañó la cara y se cortó el cabello. A lo que su tía y su tío le dijeron: “¿Podrías por favor solo crecer?”

Parece estar arraigado en nuestra naturaleza humana ver fácilmente la inmadurez en los otros, pero no tan fácilmente en nosotros mismos. El apóstol Pablo aborda este problema cuando les dice a los santos en Corinto: “Y yo, hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niñitos en Cristo” (I Corintios 3: 1). Hubo cuatro características que hicieron esta conclusión obvia. Pablo dijo: “Les di a beber leche, y no alimento solido; porque todavía no podían recibirlo, y ni aún ahora pueden”. (I Corintios 3: 2). Así como un bebé no puede digerir alimentos sólidos, los creyentes inmaduros no pueden digerir nada más que los principios básicos de la enseñanza bíblica. Hebreos 5: 11-14 explica por qué esto es así en cualquier dispensación. Un desinterés en la enseñanza bíblica y una falta en el uso de la Palabra de Dios para perfeccionar los “sentidos … para discernir entre el bien y el mal” siempre dará como resultado la inmadurez espiritual. Hasta que se cambie por un interés genuino en la Palabra de Dios, y por tiempo estudiando adecuadamente las Escrituras, ningún creyente realmente crecerá para ser un hijo maduro de Dios. I Corintios 3: 3-6 revela que hay otras tres características que prueban que uno no ha crecido en la adultez espiritual. Pablo los reprende por los “celos” unos de otros, tener “contiendas” evitables con otros creyentes y crear “divisiones” por exaltar inapropiadamente a un maestro sobre el otro.

¿Al mirar hoy en el espejo de la Palabra de Dios, viste tu propio reflejo? Si es así, ¡bien! Ser capaz de reconocer el problema de uno es el primer paso hacia la victoria y la madurez. Hoy, toma al menos una de estas cuatro características y toma medidas positivas y concretas para corregir el problema. Solo si estamos dispuestos a permitir que Dios nos cambie, estamos espiritualmente maduros o estamos creciendo para ese fin.