En Daniel 9:25, se le dijo al profeta Daniel que desde la salida del mandamiento para restaurar Jerusalén “al Mesías” pasarían 69 semanas de años (cf. Gén. 29:27; Levítico 25:8). Francamente, esta profecía tan específica desconcertó a los estudiantes de la Biblia durante muchos años, porque el tiempo predicho de 483 años (69×7) “hasta el Mesías” no coincidía con el tiempo del Señor Jesucristo.
Luego, en su libro The Coming Prince, un maestro de la Biblia llamado Sir Robert Anderson se dio cuenta de que el problema residía en las diferentes formas en que judíos y gentiles marcan el tiempo. Contamos nuestros años usando un calendario solar en el que cada año tiene 365¼ días, pero los judíos usaban un calendario lunar de 360 días, en el que cada año constaba de 12 meses de 30 días cada uno.
Se encuentra evidencia de esto en Génesis 7:11, donde leemos que el diluvio comenzó “en el mes segundo, a los diecisiete días del mes”, pero exactamente “ciento cincuenta días” después (v. 24), “el el arca reposó en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes” (8:3,4). La única manera de que un período exacto de cinco meses iguales pueda terminar 150 días después, en el mismo día del mes, es si cada uno de esos meses tiene 30 días. Se ve más evidencia de esto cuando recordamos que a veces se dice que la última mitad de la semana setenta de Daniel dura “cuarenta y dos meses” (Apocalipsis 11:2), y a veces se dice que dura “mil doscientos sesenta”. días” (v. 3). La única manera de que 42 meses iguales puedan equivaler a 1260 días es si cada uno de esos meses tiene 30 días.
Una vez que Sir Robert volvió a calcular la profecía usando los años lunares, descubrió que las 69 semanas “hasta el Mesías” coincidían hasta el mismo día en que el Señor Jesús montó en un pollino y entró en Jerusalén e hizo una presentación oficial de sí mismo a Israel. No es de extrañar que el Señor se lamentara más tarde ese día: “¡Si hubieras conocido, al menos en este tu día, las cosas que pertenecen a tu paz!” (Lucas 19:42).
¿El punto? Cuando se le pregunta por qué los hombres deberían confiar en el Dios de la Biblia, ¿por qué no dar la razón que Dios mismo da: la profecía cumplida? (Isaías 42:8,9; 44:7,8 cf. Juan 13:19). A aquellos que pregonan a los dioses de las otras religiones del mundo, Dios les dice: “Produzcan su causa… presenten sus fuertes razones… que las expongan y muéstrenos lo que sucederá… muestren las cosas que han de venir en el futuro, que para que sepamos que sois dioses” (Isaías 41:21-24).
¡Sólo el Dios de la Biblia es Dios!