Libertad: ¡qué preciosa!

by Pastor Cornelius R. Stam

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Recientemente nos interesó leer sobre un hombre en California que se quedó sin tierras de pastoreo para su rebaño de 13 búfalos. Para solucionar este problema los subió a una barcaza y los llevó a una gran isla en el lago Berryessa donde había muchos pastos. ¿Pero qué hizo el búfalo? Saltaron de nuevo al lago, nadaron hasta la orilla y comenzaron a atacar a los pescadores y a perseguir automóviles: ¡tan enojados estaban por haber sido encarcelados en una isla!

Después de todo, ni el hombre ni la bestia disfrutan de la esclavitud, aunque muchos de nosotros, de hecho, estamos esclavizados.

Nuestro Señor dijo en Juan 8:32: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. A esto los líderes religiosos respondieron: “Somos linaje de Abraham, y nunca estuvimos en esclavitud de ningún hombre. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?” Pero nuestro Señor respondió: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, siervo es del pecado” (Ver. 34). San Pablo dice lo mismo en Rom. 6:16:

“No sabéis que a quien os entregáis sirvientes para obedecer, sois sus siervos a quienes obedecéis; ¿Ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?”

Es triste decirlo, muchas personas religiosas sinceras piensan que pueden liberarse del pecado esclavizándose a la Ley, los Diez Mandamientos. Esto nunca funciona, porque la Ley sólo puede condenar al pecador. ROM. 3:19,20 declara que la Ley fue dada “para que toda boca sea tapada y todo el mundo sea presentado culpable ante Dios… porque por la ley es el conocimiento del pecado”. Nuevamente tenemos que recurrir a Cristo para la salvación y la verdadera libertad. Él “murió por nuestros pecados” (I Cor. 15:3) y “nos redimió de la maldición de la ley” (Gá. 3:13).

Habiendo creído esto y confiado en Cristo como Salvador, los verdaderos cristianos sirven al Señor, no por temor ni para ganar favor, sino por puro amor y gratitud. Esta es la verdadera libertad y este servicio es el único que Dios desea de nosotros. Probablemente ningún hombre haya servido al Señor de manera más sincera e incansable que el apóstol Pablo. En II Cor. 5:14 nos da el secreto: “El amor de Cristo nos constriñe…”