Luz para el alma

by Pastor Cornelius R. Stam

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Un creyente cristiano que hablaba una vez con un evolucionista ateo, sacó su reloj del bolsillo, anotó la hora y lo volvió a poner, diciéndole a su amigo: “Éste es un reloj maravilloso; nunca pierde un segundo. Nunca tengo que hacerle nada, pero mantiene el tiempo perfecto”.

“¿Qué modelo es?” preguntó el evolucionista. “Oh, no hay marca”, fue la respuesta. “Bueno, ¿quién lo fabricó?” “Oh, nadie. Simplemente se armó solo de alguna manera”.

“¡Disparates!” dijo el ateo. “Un reloj no puede simplemente nacer. Alguien tuvo que fabricarlo”.

“Eso es cierto”, respondió el cristiano, “pero esperas que crea que este vasto universo con sus miles de millones de planetas y estrellas, todos girando en perfecto orden, surgió por sí solo; que no tiene Diseñador, ni Creador, ni nadie que lo mantenga en funcionamiento. ¿No es insensato?”

Según la Biblia, Dios responsabiliza al mundo pagano por su idolatría y declara: “No tienen excusa” (Ro. 1:20) porque todo lo que los paganos testifican acerca de Dios cada día exige su adoración, alabanza y acción de gracias (Ro. 1:20,21). Pero no han tenido esta actitud. Han negado y rechazado a Dios y, como dice San Pablo, “se envanecieron en sus pensamientos, y su necio corazón se entenebreció” (Ver. 21). Fue así que tuvo su comienzo la idolatría pagana, la adoración de la creación, en lugar del Creador (Ver. 25).

Todo esto es muy parecido a lo que leemos en Efesios 4:17,18 donde Dios exhorta a su pueblo a no vivir como “los gentiles”, en “la vanidad [superficialidad] de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la realidad”. vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, a causa de la dureza de su corazón”.

No es muy elogioso, ¿verdad? Pero sí refleja la condición del corazón humano sin Dios y sin la fe en Cristo nuestro Salvador. Explica por qué el mundo, con todo su creciente conocimiento técnico, está peor que nunca.

¡Qué maravilloso saber que “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz”, puede dar luz, gozo y bendición al alma más sencilla que pone su fe en Cristo, quien murió por nuestros pecados! (Ver II Cor. 4:3-6; Hechos 16:31; I Cor. 15:3,4).