Los dos encarcelamientos romanos de Pablo

by Pastor Paul M. Sadler

Print This Article

“Porque ya estoy listo para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cerca. He peleado la buena batalla, he terminado mi carrera, he guardado la fe: Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.
— II Timoteo 4:6-8

Aproximadamente dos años después de haber sido entregado en manos de las autoridades romanas, aparentemente las cosas le habían ido bien al apóstol, por lo que anticipó su pronta liberación de prisión. Por eso escribe a la iglesia de Filipos: “Porque sé que esto [su oración por su liberación] se convertirá en mi salvación [liberación de la prisión]” (Fil. 1:19).

Creemos que, de hecho, Pablo disfrutó de un breve período de libertad que le permitió continuar sus viajes apostólicos. Sabemos, por ejemplo, que según el registro de los Hechos el apóstol nunca visitó Creta en ninguno de sus viajes apostólicos anteriores. Pablo navegó alrededor de la isla en su camino a Roma como prisionero, pero no fue hasta su liberación de su primer encarcelamiento romano que realmente visitó Creta. La breve estancia del apóstol en la isla fue suficiente para ver que las iglesias allí estaban en un estado de caos (Tito 1:10-16). En consecuencia, Pablo deja atrás a Tito, su compañero de viaje, “para poner en orden lo que faltaba” (Tito 1:5).

Probablemente desde Creta Pablo se dirigió a Corinto donde le escribe a Tito para informarle que planeaba pasar el invierno en Nicópolis (Tito 3:12). Bien podría ser que el apóstol fuera detenido en Nicópolis y llevado nuevamente a Roma para predicar a Cristo. Esta vez, sin embargo, la sentencia le sería contraria. Así que sin dudarlo escribe a Timoteo, ya que se acercaba el invierno, para que le trajera su manto y también los pergaminos (II Tim. 4:13).