“Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los transgresores” (Marcos 15:28).
El cumplimiento progresivo de este pasaje de Isaías 53 es la asombrosa historia de los tres bautismos de nuestro Señor. Primero, esta profecía debe aplicarse a la encarnación de nuestro Señor. Nacido como un bebé en Belén, fue bautizado en la raza humana, convirtiéndose no simplemente en uno con nosotros, sino en uno de nosotros, un verdadero ser humano, aunque también “verdadero Dios”. Así fue como por primera vez fue “contado con los transgresores”.
Posteriormente el Señor fue bautizado nuevamente, esta vez con agua, por Juan el Bautista. El bautismo de Juan fue para “arrepentimiento para remisión de pecados” y aquellos que respondieron vinieron a su bautismo “confesando sus pecados” (Marcos 1:4,5). No es de extrañar que Juan al principio se negara a bautizar a este Inmaculado, diciendo: “Necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” Pero el Señor insistió, diciendo: “Así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:13-15). Así, nuestro Señor se unió a los pecadores arrepentidos en el bautismo y, de esta manera práctica, fue “contado con los transgresores”.
Pero después de Su bautismo en la raza humana y Su subsiguiente bautismo con agua, nuestro Señor habló de un tercer bautismo, diciendo: “Tengo un bautismo con el cual ser bautizado, y ¿cómo me angustio? en”] hasta que se cumpla!” (Lucas 12:50). Este tercer bautismo fue, por supuesto, Su muerte en el Calvario, donde fue bautizado en el juicio de Dios sobre el pecado para poder salvarnos de él.
Finalmente, entonces, se cumplió Isaías 53:12, porque es en relación con Su muerte en el Calvario que Marcos 15:27,28 dice:
“Y con él crucifican a dos ladrones; el uno a su derecha y el otro a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los transgresores.