Comprando el tiempo

by Pastor Cornelius R. Stam

Print This Article

Hace mil novecientos años, Pablo escribió a sus compañeros de creencia en las cercanías de Éfeso: “Mirad, pues, andéis con diligencia, no como necios, sino como sabios, aprovechando [lit., comprando] bien el tiempo, porque los días son malos”. (Efesios 5:15,16). Aquellos eran realmente días malos, cuando un tirano malvado gobernaba el Imperio Romano, cuando el Mesías había sido rechazado, no sólo en encarnación, sino en resurrección, y el cristianismo estaba librando una batalla de vida o muerte para penetrar la oscuridad pagana predominante con la luz de la gracia de Dios. Seguramente Pablo nunca soñó que la dispensación de la gracia continuaría por más de mil novecientos años. Esperaba que el Señor viniera en cualquier momento para llamar a Sus embajadores y poner fin al día de gracia. De ahí la urgencia de su llamamiento a ir “aprovechando el tiempo, porque los días son malos”.

Pero si Pablo tenía motivos para sospechar que el día de gracia pronto llegaría a su fin, hoy tenemos mayores motivos para pensar así. Ahora que la luz del evangelio ha llegado a Europa, América y muchas otras partes del mundo, los hombres le están dando la espalda. Sólo una pequeña minoría, incluso de la cristiandad, cree verdaderamente en la Biblia y conoce al Cristo que presenta, ¡y cuán pocos conocen las riquezas de su gracia!

Mientras tanto, nuestros gobiernos, nuestras instituciones educativas y nuestros sistemas sociales se están volviendo cada vez más impíos. ¿El resultado? Los periódicos, la radio y la televisión (incluso un viaje al centro de la ciudad, a cualquier ciudad de tamaño considerable), nos dirán todo lo que necesitamos saber. Una vez más “los días son malos” y la venida del Señor por los suyos parece inminente. Todavía se habla mucho de paz y prosperidad duraderas, pero ninguna persona reflexiva cree que vayamos en esa dirección. Más bien, el mundo parece encaminarse directamente hacia el “día de la ira” profetizado.

Qué consuelo es, entonces, para el creyente saber que “Dios no nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros…” (I Tes. 5:9,10). “Porque la Escritura dice: Todo aquel que en él cree, no será avergonzado” y “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Rom. 10:11,13).