Cómo Dios fortalece a sus testigos

by Pastor Cornelius R. Stam

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Como sabemos, Pablo obró milagros poderosos, como lo habían hecho Pedro y los creyentes pentecostales. De hecho, una comparación de los milagros de Pablo con los de Pedro muestra que los de Pablo fueron los más poderosos. Esto fue principalmente en la confirmación divina de su apostolado, ya que Pablo no era uno de los doce (II Cor. 12:11,12).

Pero un estudio del ministerio de Pablo y sus epístolas deja claro que estas demostraciones milagrosas iban a desaparecer cuando la dispensación de la gracia fue introducida plenamente (ver 1 Cor. 13:8; Rom. 8:22, 23; II Cor. 4:16-5:4; 12:10; Fil. 3:20,21; I Tim. 5:23; II Tim. 4:20). De hecho, en las últimas siete epístolas de Pablo no se dice nada sobre señales, milagros, sanidades, lenguas, visiones o expulsión de demonios.

Entonces, ¿cómo empodera Dios ahora a sus siervos en su conflicto con Satanás y sus demonios? La respuesta es: por el Espíritu Santo a través de Su Palabra, tal como es predicada con convicción. Hay una gran cantidad de evidencia al respecto en las epístolas de Pablo, incluidas sus primeras epístolas. Dos ejemplos:

I Cor. 2:4: “Y mi palabra y mi predicación no fue con palabras persuasivas [sugestivas] de sabiduría humana, sino con demostración del Espíritu y de poder”.

Fíjese bien, esto fue poder en su predicación, no en realizar milagros. De hecho, al mismo tiempo que proclamaba con tanto poder el mensaje que Dios le había dado, él mismo estaba muy débil, pues en el versículo anterior dice:

“Y estuve con vosotros en debilidad, y en temor, y en mucho temblor”.

El otro ejemplo es I Tes. 1:5:

“Porque nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo con palabras, sino también con poder, y en el Espíritu Santo, y con mucha seguridad…”

También en Tesalónica, Pablo había sufrido mucha oposición y persecución, hasta que toda la ciudad se alborotó (Hechos 17:1-5), y esto bien pudo haber sido el resultado de su poderosa predicación. Sin embargo, del “alboroto” surgió la amada iglesia de Tesalónica, un ejemplo e inspiración para aquellos ganados para Cristo en circunstancias más benignas.