Alegría inexpresable

by Pastor Cornelius R. Stam

Print This Article

¿Has notado alguna vez que el apóstol Pablo nunca habla de su amor por Cristo? Más bien, sigue hablando del maravilloso amor que Cristo le tiene. Tampoco nos exhorta a amar a Cristo, sino que sigue diciéndonos cómo Cristo nos amó y nos ama. Esto es coherente con el mensaje especialmente confiado a él: “El evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).

La Ley decía: “Amarás al Señor tu Dios” (Mateo 22:37). Ésta es la esencia misma de la ley. Y debemos amar a Dios, pero la ley no puede producir amor, por eso Dios viene a nosotros en gracia y nos dice: “Te amo”. Es por eso que las epístolas de Pablo están tan llenas del “amor de Dios, que es en Cristo Jesús” (Romanos 8:29).

El hecho de que Dios trate con nosotros en gracia no significa que los creyentes no deban o no quieran amarlo. La verdad es todo lo contrario, porque el amor engendra amor. Cuando los hombres llegan a conocer el amor de Cristo, sus corazones le responden con amor.

Pedro, al igual que Pablo, alguna vez había sido un observador estricto de la Ley, pero desde entonces había llegado a conocer el amor de Cristo en medida creciente. El resultado: un profundo amor por Cristo y el gozo desbordante que acompaña a ese amor. Es por eso que encontramos en 1 Pedro 1:8 esas palabras conmovedoras que naturalmente brotan del corazón y de los labios de aquel que ha llegado a conocer el amor de Cristo: “A quien amáis sin haberle visto; en quien, aunque ahora no lo veáis, creyendo, os alegraréis con un gozo inefable y lleno de gloria”.

Sí, conocer y amar a Cristo ciertamente trae un gozo inexpresable, pero no podemos amarlo intentándolo. Debemos aceptar Su amor por nosotros con fe para que nuestros corazones puedan responder naturalmente.