De un padre a su hijo

by Pastor Paul M. Sadler

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Mientras Pablo se preparaba para dejar esta vida, anhelaba dejar a Timoteo con algunas instrucciones de despedida para animarlo en la fe. El apóstol sabía que su joven amigo se desanimaba fácilmente. Por supuesto, algunas de las circunstancias que enfrentó Timoteo mientras defendía la fe serían suficientes para desanimar al veterano más experimentado de la Cruz hoy (Hechos 19:23-41 cf. 1 Tim. 1:2,3).

Pablo se refiere afectuosamente a Timoteo como “mi hijo”. Aunque Timoteo no era el hijo de Pablo en la carne, el anciano apóstol lo había guiado al Señor; por tanto, era su hijo en la fe. Como resultado, surgió una relación muy especial entre ellos. Timoteo pudo haber tenido diez mil instructores en Cristo, pero solo tuvo un padre espiritual que lo amaba como a un hijo. Por eso, Pablo lo desafía a ser fuerte en la gracia. La gracia es el favor inmerecido de Dios hacia aquellos que no lo merecen.

Timoteo, “sé fuerte”, no dejes que otros te roben la gracia que has recibido gratuitamente. Y el legalismo hará precisamente eso si lo permitimos. Es el enemigo de la gracia. Como los fariseos, el legalista quiere fijar la norma, que decreta que sea la medida de la espiritualidad. A los legalistas les encanta desarrollar una lista tácita de lo que se debe y no se debe hacer para que otros la sigan. Debes ajustarte a lo que han establecido como comportamiento aceptable con respecto a cómo debes vestirte o actuar, o qué Biblia de referencia debes llevar, o a cuántos servicios religiosos debes asistir durante la semana. No conformarte es una indicación segura de que no tienes una mentalidad muy espiritual.

Amados, Dios nos ha dado la norma que debemos seguir en Su Palabra; ¡Se llama GRACIA! Hoy, no estamos bajo la Ley, ni debemos someternos a aquellos que creen que son la autoridad final en cuanto a cómo se debe vivir la vida cristiana. La gracia nos enseña a vivir; es paciente, comprensiva y tolerante. La gracia siempre deja espacio para las diferencias. Nunca es crítica (1 Cor. 4:5). Entonces, Timoteo no debía permitir que nadie le robara la libertad que disfrutaba en Cristo, ni nosotros tampoco. “Estad firmes en la gracia que es en Cristo Jesús”.


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