“Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa; porque la ley produce ira…” (Rom. 4:14,15).
Esto debería ser evidente para todos nosotros. Si la bendición se gana por las obras de la Ley, se ganó. Por eso Gal. 3:18 dice: “Si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa, pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa”.
El apóstol Pablo, el gran apóstol de la gracia de Dios, declara en Rom. 4:4,5:
“Ahora bien, para el que obra, la recompensa no se cuenta como gracia, sino como deuda. Mas al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.”
Pero volvamos a esa frase: “la ley produce ira”. Muchas personas de alguna manera no ven esto. Incluso algunos clérigos nos dicen que la Ley fue dada para ayudarnos a ser buenos. Pero Dios mismo dice: “la ley produce ira”. Todo criminal sabe esto, y todo pecador debería saberlo. Dios ciertamente pone un fuerte énfasis en ello:
“¿Para qué, pues, sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones” (Gálatas 3:19), “para que toda boca se cierre, y todo el mundo sea llevado ante Dios” (Romanos 3:19). “Así que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de El, porque por la ley es el conocimiento del pecado” (Rom. 3:20).
Si acudimos a Dios esperando la vida eterna a causa de nuestras buenas obras, ¿no le estamos ofreciendo nuestras condiciones, que Él nunca podrá aceptar? Él nunca venderá la salvación a ningún precio, y ciertamente no por unas pocas “buenas” obras, cuando nuestras vidas están llenas de fracaso y pecado.
¿Nuestra única esperanza? Dios ha prometido dar vida eterna a aquellos que confían en Su Hijo (Juan 3:35,36; Hechos 16:31; etc.).
“La dádiva de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23).