John Knox fue un predicador del siglo XVI, famoso por su evangelismo y su lema frecuentemente utilizado: “Give me Scotland or I die”. Sin embargo, una vez fue arrestado por “predicar la Biblia fuera de la iglesia” y obligado a servir durante muchos meses. como esclavo remando en una galera. Con su madurez espiritual y su oración profunda en su tiempo de esclavitud, regresó para predicar con valentía a Cristo, sin importar las consecuencias. Su intrépido testimonio fue tan poderoso que la corrupta reina María de Escocia dijo: “Le temo más a las oraciones de John Knox que a todos los ejércitos reunidos de Europa”.1 Necesitamos este tipo de audacia y determinación, incluso hoy.
Pedro y Juan fueron arrestados cuando proclamaron “a todo el pueblo de Israel … en el nombre de Jesucristo de Nazaret”, diciendo: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo … en que podamos ser salvos”. (Hechos 4:10-12). Cuando los corruptos líderes espirituales de Israel vieron “la valentía de Pedro y Juan, y teniendo en cuenta que eran hombres sin letras e indoctos, se asombraban y reconocían que habían estado con Jesús”(Hechos 4:13). Entonces se ordenó a Pedro y Juan “… que no hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús” (Hechos 4:18). Pero a pesar de las consecuencias, se negaron a dejar de compartir el Evangelio. Una vez liberados de la prisión, acudieron a otros creyentes y oraron colectivamente pidiéndole a Dios: “y concede a tus siervos que hablen tu palabra con toda valentía” (vs.29). A partir de entonces, “hablaban la palabra de Dios con valentía” (vs.31). La valentía es un elemento clave para compartir con éxito el evangelio con las almas perdidas. Pablo les dijo a los creyentes en Tesalónica, “tuvimos valentía en nuestro Dios para anunciarles el evangelio de Dios en medio de grande conflicto” (I Tesalonicenses 2: 2). Pero, ¿de dónde vino la valentía de estos hombres de fe? Tanto para Pedro como para Pablo, vino directamente de la oración, específicamente pidiendo valentía. Los santos judíos le pidieron a Dios valentía (Hechos 4:29), y Pablo les pidió a los santos de Éfeso que oraran por él “para que al abrir la boca me sean conferidas palabras para dar a conocer con confianza el misterio del evangelio” (Efesios 6:19).
Estos ejemplos nos recuerdan que no debemos dejar de compartir el evangelio, independientemente de las consecuencias negativas. Cuando testifiquemos, también debemos orar por ser valientes y por la convicción en aquellos que están perdidos.