Una cita divina – Hechos 8:26-40

by Pastor John Fredericksen

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Tenemos una querida amiga cristiana ya mayor que necesita ayuda para trasladarse. Entonces, con cierta frecuencia, la hemos llevado a la iglesia, al aeropuerto, a la tienda y a las citas médicas. Es parte de su personalidad querer ser más que puntual. Ella quiere llegar 30 minutos antes a cualquier cita.

Tenemos muchas citas en la vida más allá de las citas sociales o médicas. Hay “Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado” (Eclesiastés 3: 2). Pero, ¿alguna vez has considerado que Dios también nos da citas divinas para compartir con las almas perdidas el Evangelio de la Gracia de Dios? En nuestro texto, el ángel del Señor le dice a Felipe que deje un ministerio fructífero en Samaria y valla hacia el sur en el desierto. Mientras obedece, Felipe “casualmente” se encuentra con un eunuco etíope que está leyendo el Libro de Isaías. Claramente, este era un hombre espiritual. También parece que él estaba espiritualmente preparado para escuchar el mensaje de salvación del evangelio tal como ocurrió con Lidia, “… cuyo corazón abrió el Señor …” (Hechos 16:14). No estamos sugiriendo que Dios escoge solo a algunos para la salvación y los atrae irresistiblemente. Creemos que Dios “… quiere que todos los hombres sean salvos …” (I Timoteo 2: 4) y que Él “… alumbra [con la convicción del Espíritu Santo] a todo hombre que viene al mundo” (Juan 1: 9). Cada alma tiene el libre albedrío para aceptar o rechazar la salvación. Lo que estamos sugiriendo es que es probable que Dios todavía ponga las almas perdidas, con corazones espiritualmente preparados, directamente en el camino de las personas salvas. Solo los creyentes pueden compartir con ellos el mensaje de vida eterna a través de la fe en el Señor Jesús, y no debemos permanecer inactivos cuando surjan tales oportunidades.

Solo piensa en las eternas consecuencias si Felipe hubiera llegado a la conclusión de que no podía abandonar un ministerio próspero, o si él estaba demasiado cansado cuando Dios lo orientó a ir al desierto. Este etíope puede haber estado eternamente perdido, y Felipe habría perdido la recompensa eterna por compartir el evangelio. Cuando las personas se cruzan en nuestro camino, no hay manera de que podamos saber quién es salvo o perdido, o cuánto está dispuesto a confiar en Cristo. Lo que sí sabemos es que Dios nos ha dado a TODOS el ministerio de la reconciliación. Por lo tanto, debemos estar buscando constantemente oportunidades para compartir el Evangelio de la Gracia.