Un arma o una atadura – I Corintios 7:1-7

by Pastor John Fredericksen

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Recibí la llamada telefónica de una mujer que me solicitaba orar por su hija que había estado casada durante casi quince años con un buen hombre. Esta hija se negaba a mantener relaciones sexuales con su marido. Él había sido extremadamente paciente, pero después de varios años, esto casi había terminado con el matrimonio. Él quería y necesitaba la unión física normal entre un hombre y su esposa. Si ella no estaba dispuesta, él simplemente iría a otra parte para satisfacer sus necesidades.

Si bien es un tema de madurez, la Biblia tiene mucho que decir sobre la unión sexual entre un hombre y su esposa. Dios nos dice: “Honroso es para todos el matrimonio, y pura la relación conyugal” (Hebreos 13:4). Como un regalo placentero del Señor para fortalecer continuamente el vínculo entre un hombre y su esposa, Proverbios 30:18-19 describe esta relación física como “maravillosa”. Esta interacción “una sola carne” es tan importante que Pablo insta tanto al hombre como a la mujer a mantener cuidadosamente esta práctica. Ambos deben entregarse voluntariamente entre ellos para satisfacer la necesidad de su cónyuge “… que no los tiente Satanás por su incontinencia” (I Corintios 7: 3-5). Es una tontería usar el sexo como un arma para manipular o castigar a la pareja. Hacerlo debilita el vínculo y tienta a ambas partes a cumplir esta necesidad, de una manera pecaminosa, con otra persona. En cambio, tanto el esposo como la esposa son responsables de iniciar la experiencia sexual. Hay un maravilloso ejemplo en el Libro de los Cantares de Salomón donde la esposa busca a su marido para tal encuentro (3:1). Ella confirma su amor por él (3:2), lo mantiene cerca (3:4), expresa “gran deleite” en las caricias de su esposo (2:1-6), complementa su belleza (5: 10-16), y voluntariamente se entrega a él (7:10-13). Esta es la forma en que ambos géneros deben responder dentro de los lazos del santo matrimonio. No es deber del esposo ser quien inicie todo el tiempo, ni solo es responsabilidad de la esposa. Ambos deben participar igualmente de esta manera. Negarse a actuar porque “mejor otro día” o “no estoy de humor” son excusas endebles y tontas para racionalizar la desobediencia en un área muy importante del matrimonio.

Si estás casado, te instamos a que no descuides tu responsabilidad en tu unión física con tu pareja. Dios lo propone como forma de placer, pero también para darle fortaleza y longevidad a tu vínculo conyugal.