Una de nuestras nietas acababa de bañarse, vestirse con ropa limpia, y prepararse para salir. Mientras su madre atendía a su hermano, ella se ensució de nuevo. Cuando su mamá la descubrió y con gran frustración en la voz, la llamó por su nombre completo, diciendo: “… acabo de arreglarte. ¡Mírate!”
Cuando el apóstol Pablo se dirige a los santos en Corinto, algunos de ellos habían regresado a las prácticas pecaminosas que conocían antes de su salvación. Él les dice: “No se engañen: que ni los inmorales sexuales ni los idólatras ni los adúlteros ni los afeminados ni los homosexuales ni los ladrones ni los avaros ni los borrachos ni los calumniadores ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados, pero ya son santificados, pero ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo…” (I Corintios 6: 9-11). Los pecadores, como los antes descritos, no pueden entrar a la vida eterna por su identidad de pecado. Pero cuando los corintios confiaron en Cristo, toda esa culpa fue quitada. Ahora estaban en la identidad pura y la justicia de Cristo (2 Corintios 5:21).
Para Israel, en el Antiguo Testamento, su futuro promete una imagen de lo que nosotros y los creyentes en Corinto ya tenemos. Jehová le prometió a Israel: “El día en que … purifique de todas tus iniquidades …” (Ezequiel 36:33). Dios dirá: “… Quítenle esas vestiduras sucias … he quitado de ti la iniquidad y te visto con ropa de gala” (Zacarías 3: 4). Un día, Israel dirá con regocijo: “… porque él me ha vestido de vestiduras de salvación y me cubrió con manto de justicia…” (Isaías 61:10). Cuando Pablo les dice a los corintios que ahora fueron lavados de sus pecados, justificados en Cristo y santificados para Dios, quería que se dieran cuenta de que debían vivir a la altura de su nueva posición en Cristo, no en las profundidades de la conducta inmoral antes de la salvación. Es por eso que él explica que algunas cosas no son convenientes, que no deben ser “sometidas al poder” de ningún pecado ni usar su cuerpo para nada “… sino para el Señor” (I Corintios 4: 12-13). En cambio, debían vivir sus vidas como una “nueva criatura” (2 Corintios 5:17), viviendo según su condición limpia en Cristo.
Si las viejas prácticas pecaminosas han regresado a tu vida, hoy olvídate de ellas. Honra a Cristo de nuevo.