Fue en el último año de la escuela secundaria cuando escuché, o al menos comprendí, el evangelio por primera vez. La gracia de Dios no solo cambió mi destino eterno, sino que me dio el deseo de hacer lo correcto y tomar por completo cada verdad de las Escrituras. Grace también me dio la tarea de ver a otros salvados. Pero la verdad es que, mientras asistía a una escuela secundaria secular, a menudo me sentía como el Llanero Solitario. Yo era el único cristiano verdadero en un grupo de personas hostiles y perdidas. Una experiencia representó ese sentimiento. En una discusión en clase sobre la evolución, yo era el único en la sala que creía y defendía la creación bíblica, como se explica en la Biblia. Por supuesto, estudiantes y profesores por igual me ridiculizaron. En eso, y en otras instancias, yo era el Llanero Solitario.
Si alguna vez te has sentido como si fueras el Llanero Solitario, tú y yo no estamos solos. En el Salmo 12:1, David escribió: “Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; Porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres”. En los versículos dos al cuatro, continúa describiendo las palabras de “vanidad” con arrogancia porque ellos creían que siempre prevalecerían sin consecuencias. El Capítulo Catorce continúa sentenciando “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (14: 1). A David le pareció que, cuando Dios “miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (14: 2-3). Eso era suficiente para desanimar incluso a un hombre piadoso como David.
¿Cómo iba a pasar David por esto sin sucumbir a la derrota absoluta? Hay una respuesta muy simple. David continuó mirando las “palabras limpias” de las Escrituras para conseguir consuelo y fortaleza (Salmo 12: 6-7). Todo el Salmo 73 describe la lucha de David con la envidia de los malvados que prosperaron. Pero entonces recordó que el final de los impíos sería finalmente el juicio divino “de repente” (Salmo 73:19). Finalmente, David se dio cuenta de que “… en Tu presencia [del Señor] hay plenitud de gozo” (Salmo 16:11). Estas verdades simples pero profundas consolaron y fortalecieron a David, y recordarlas puede hacer lo mismo por ti. La próxima vez que te desanimes por la abrumadora impiedad de nuestros días, recuerda estas cosas que le permitieron a David continuar en el camino correcto.