¿Alguna vez has escuchado a algún predicador decir: “Hay muchas cosas en la Biblia que son difíciles de entender pero, gracias a Dios, el plan de salvación es tan simple como puede ser.”
Bueno, el plan de salvación es simple SI obedecemos II Timoteo 2:15, “usando bien la Palabra de verdad”. De lo contrario, está lejos de ser simple.
El apóstol Pablo escribió: “Concluimos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley” (Rom. 3:28). Sin embargo, Santiago escribió: “Por las obras el hombre es justificado, y no solamente por la fe” (Santiago 2:24).
De nuevo, en el Sinaí, Dios le dijo a Israel a través de Moisés: “Si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi especial tesoro entre todos los pueblos…” (Éxodo 19:5). Pero nuestro Señor dijo, cuando envió a Sus apóstoles para testificar por Él que, “El que creyere y fuere bautizado, será salvo… y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán con nuevas lenguas…” etc. (Marcos 16:16-18). Así, según su “gran comisión”, el bautismo en agua era necesario para la salvación y las señales milagrosas eran las evidencias de la salvación.
¿Confuso? ¿Contradictorio? No si “trazamos bien la Palabra de verdad”. Fue después de que “fue dada la ley por medio de Moisés”, después del ministerio terrenal de nuestro Señor, después de la comisión a los doce, que Dios levantó a otro apóstol, Pablo, y lo envió con “el evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).
Fue Pablo quien fue enviado a declarar: “Pero AHORA, la justicia de Dios sin la ley se manifiesta…” (Rom. 3:21). “Al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5). “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).