¿Leyó usted recientemente acerca de un hombre llamado Zimmerman que pasó casi veinticinco años en prisión por un asesinato que, ahora está claro, nunca cometió? El error fue descubierto hace dos años y fue puesto en libertad, por supuesto, ¡pero sólo después de pasar casi un cuarto de siglo en prisión por un crimen que no cometió!
Fue un grave error, pero aun así, en tal caso debe ser maravilloso ser libre y tener gente que realmente simpatice contigo. Sin embargo, después de dos años de libertad, Zimmerman dice que todavía se siente un poco entumecido. Al despertarse por las mañanas, todavía imagina que oye el áspero sonido de la campana de la prisión, y al mirar a su alrededor todavía cree ver rejas en las ventanas.
Sin embargo, las cosas podrían ser peores: supongamos que fuera culpable del crimen, simplemente perdonado y puesto en libertad. Entonces todos estarían diciendo: “Ahí va ese asesino. Lo perdonaron. No seas demasiado amigable con él”. El estigma permanecería siempre… mientras él viviera.
Demos gracias a Dios porque los creyentes en Cristo no son simplemente perdonados. ROM. 3:24 declara que somos “justificados gratuitamente por la gracia [de Dios], mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Cristo murió por nuestros pecados y satisfizo las justas exigencias de la Ley, y más: a través del Espíritu Santo Él revoluciona nuestras vidas y hace de nosotros nuevas creaciones, porque “si alguno está en Cristo”, dice II Cor. 5:17, “nueva criatura es”.
“Porque por gracia sois salvos mediante la fe, y esto no de vosotros; es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios de antemano preparó para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10).