Ninguna conversión en la historia sagrada recibe tanta atención como la de San Pablo. Además de las muchas referencias al mismo, encontramos tres relatos detallados del mismo en el libro de los Hechos. Como Saulo de Tarso, el erudito fariseo, había dirigido a su nación y al mundo en rebelión contra Dios y el Señor Jesucristo.
San Lucas dice: “En cuanto a Saulo, destruyó la iglesia” (Hechos 8:3). Los creyentes en Damasco temieron la presencia de Saulo entre ellos, diciendo: “¿No es éste el que destruyó a los que invocaban este nombre en Jerusalén?” (Hechos 9:21). El propio Pablo testificó más tarde: “A muchos de los santos encerré en prisión… y cuando fueron ejecutados, di mi voz [voto] contra ellos” (Hechos 26:10). “…perseguí sin medida a la iglesia de Dios, y la asolaba [la arrasé]” (Gálatas 1:13).
Debe haber habido una razón importante por la cual Dios salvó a este líder rebelde. Claramente era para poder hacer de Pablo no sólo el heraldo, sino el ejemplo vivo de “las abundantes riquezas de su gracia” para los pecadores. El propio Pablo dijo:
“Y doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor… por… ponerme en el ministerio; el cual era antes BLASFEMO, Y PERSEGUIDOR, E INJURIADOR: pero obtuve misericordia, porque lo hice por ignorancia y con incredulidad. Y LA GRACIA DE NUESTRO SEÑOR FUE SOBRE ABUNDANTE….Palabra fiel y digna de ser recibida por todos, que CRISTO JESÚS VINO AL MUNDO PARA SALVAR A LOS PECADORES, DE LOS CUALES YO SOY EL PRIMERO. SIN EMBARGO, POR ESTA CAUSA OBTUVE MISERICORDIA, PARA QUE EN MÍ JESUCRISTO PRIMERO SE MANIFIESTE TODA SU CLEMENCIA, PARA SER EJEMPLO (MODELO) DE LOS QUE HABRÍAN DE CREER EN ÉL PARA VIDA ETERNA” (I Tim.1:12-16).