Este juramento se repite en los tribunales: “¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con el amparo de Dios?” Los juramentos como este se remontan al Imperio Romano. El testimonio veraz, particularmente en los procedimientos legales, es tan vital que una u otra forma de este juramento ha sido un lugar común durante siglos en muchos países.
Los cristianos deberían estar preocupados por decir la verdad en todas las áreas de su vida. El apóstol Pablo nos dice que un aspecto de toda la armadura de Dios que nos permite oponernos a las asechanzas del diablo es “Permanezcan, pues, firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad …” (Efesios 6:14). Si bien este imperativo incluye la verdad divina, los creyentes deben ser sinceros en todas las cosas. Hay dos áreas en las que debemos ceñirnos particularmente a “nada más que la verdad”. La enseñanza de la Palabra de Dios es la primera área. Aprendemos de I Timoteo 3:15 que la “iglesia del Dios vivo, [debe ser] columna y fundamento de la verdad”. No una verdad a medias, sino “toda la verdad y nada más que la verdad”. Así con el amparo de Dios. Este principio es la razón por la cual Pablo soportó la falsa enseñanza que vino a las iglesias de Galacia, “para que la verdad del evangelio permaneciera a favor de ustedes” (Gálatas 2: 5). La segunda área donde la verdad es muy importante es en la música. Debe enseñarse consistentemente la sana doctrina y no un error. Un creyente dijo una vez a nuestra asamblea: “Muchas personas cantarán sin pensar en los errores en los servicios de la iglesia. Es como si volcaran sus mentes al contenido de las palabras. Pero si no defendemos a alguien que enseña el error desde el púlpito, no deberíamos tolerar que alguien enseñe el error en los cantos”. ¡Tenía razón! Por lo tanto, como iglesia, procedimos a mirar con discernimiento cada palabra de cada himno. Si una palabra necesita ser cambiada, la cambiamos. Si faltaba a un versículo, la dejamos afuera. Incluso si nos gustaba una canción en particular, si enseñaba una mala doctrina, ya no la cantábamos. La base bíblica de tal práctica, en parte, se encuentra en I Corintios 14:15 cuando Pablo dice: “… Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento”.
A partir de ahora, cuando escuches la enseñanza de la Palabra de Dios o cantes en adoración, haz de tu norma “la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, con el amparo Dios”.