Después de la escuela secundaria, trabajé en una gran planta que empleaba a miles de personas. Cuatro chicos de mi escuela también trabajaron allí, así que comenzamos a compartir el almuerzo. Sin embargo, uno de ellos era constantemente negativo. Casi todo lo que salía de su boca era una queja sobre algo o alguien, lo cual tenía un efecto negativo en los demás del grupo. Era deprimente tan solo escucharlo. Después de casi una semana, decidí que ya no estaría cerca de ellos.
Los hijos de Dios en la fe no son inmunes a un espíritu que se queja. Cuando Moisés fue enviado de regreso a Egipto para liberar a Israel de la cruel esclavitud, los israelitas se quejaron repetidamente. Incluso la oportunidad de libertad debería haber sido apreciada. Pero después de haber sido finalmente liberados milagrosamente, Israel murmuró (queriendo decir “refunfuñó”) contra Moisés cuando los ejércitos del Faraón los persiguieron. Más tarde “el pueblo murmuró contra Moisés” por falta de agua (Éxodo 15:24). Luego, mientras estaban en “el desierto de Sin”, murmuraron por la falta de comida (16: 1-4). Se había convertido en un patrón de vida. Cuando Dios prometió la victoria sobre los habitantes de Canaán, otra vez murmuraron con incredulidad que Dios daría la victoria (Números 14). La ira de Dios estaba tan encendida que una generación entera, a excepción de Josué y Caleb, pereció sin ver la Tierra Prometida. Pablo se refiere a esto en I Corintios 10:10 advirtiendo a los creyentes: “Ni murmuren, como algunos de ellos murmuraron y perecieron por el destructor”. Quejarse es un hábito peligroso y negativo. Amarga el alma, hiere el espíritu, ignora las ricas bendiciones de Dios y roba una de las alegrías de la vida. También innecesariamente hace la vida miserable para quienes nos rodean, se convierte en un testimonio pobre para los perdidos y envenena nuestra visión de la vida. Tal vez, lo peor de todo, se transmite como un brote de gripe a otros, quienes, a su vez, reflejan esta negatividad.
En pocas palabras, Dios desaprueba un espíritu que se queja. Pablo advierte a los santos en Filipos que dicen: “Hagan todo sin murmuraciones y contiendas, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo” (Filipenses 2: 14-15). No es posible que seamos irreprensibles ante el Señor o el hombre si tenemos un espíritu quejumbroso. Pídele a alguien hoy que te haga responsable en cualquier momento en que seas negativo, luego practica a propósito ser positivo en tu discurso y perspectiva.