De muchas formas, crecí en un hogar que parecía ser administrado por mi padre. Independientemente de lo común en otras familias, y de lo que parecía razonable para nosotros, su palabra era la definitiva. Esto significaba que los niños nunca usaban pantalones cortos y las niñas siempre usaban vestidos. No se nos permitía participar en deportes organizados, rara vez se nos permitía pasar tiempo de ocio con los amigos, y nunca debíamos cuestionar sus instrucciones. También significaba, para nosotros, los chicos, que él dictaba qué tan temprano comenzamos el día de trabajo, exactamente cuál era nuestra labor del día, y cuándo podíamos detenernos. Pero, una vez que salimos de casa, tuvimos libertad total. Él nunca trató, de nuevo, de decirnos qué hacer.
Pablo explicó claramente a la iglesia en Antioquía, que aparte de las obras, Dios “había abierto a los gentiles la puerta de la fe” (Hechos 14:27). Sin embargo, los judíos legalistas trataron de imponer a estos conversos gentiles de Pablo el requisito de la circuncisión y guardar la Ley Mosaica para la salvación. Estos legalistas simplemente no obtuvieron la nueva verdad de que los gentiles ahora también se estaban salvando, aparte de Israel, y solo a través de la fe, pero deberían haberlo entendido. Pablo y Bernabé disputaron vehementemente sus esfuerzos por imponer obras (Hechos 15: 2). Explicaron que el evangelio de Pablo era diferente al dado a los creyentes judíos que prometían el Reino Milenial (Gálatas 2: 1-2). Después de la reunión con los apóstoles judíos, Judas y Silas fueron comisionados para dejar en claro a los conversos de Pablo que no estaban de acuerdo con los legalistas: estaban de acuerdo con Pablo. Una vez que terminaron su misión, se dice algo muy notable y bíblicamente consistente sobre Silas. En lugar de volver a Jerusalén, “… a Silas le pareció bien quedarse allí” (Hechos 15:34). Note que nuestro texto NO dice que Dios lo guio, ni le dijo, ni que el Espíritu lo guio a quedarse. En lugar de que Dios administrara lo que debería hacer, el Señor le concedió la libertad de elegir por su propia voluntad qué hacer y adónde ir. De manera similar, aunque Pablo deseaba que Apolo fuera a ministrar en Corinto, “de ninguna manera había voluntad para ir ahora” (I Corintios 16:12). Del mismo modo leemos en el ministerio de Pablo que a menudo determinaba, por la libertad de Dios, a dónde ministraría.
Ofrecemos estos ejemplos al lector con una advertencia acerca de pensar, o reclamar, que Dios dirige, guía, maneja o administra los detalles en nuestras vidas. Regocíjate en la libertad de elección que tienes como creyente y úsala de manera responsable.