La verdadera responsabilidad parental – Hechos 16:1-2

by Pastor John Fredericksen

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En una carta escrita después de ganar El Oro Olímpico en 2012, Missy Franklin les dio a sus padres un conmovedor y reconfortante tributo. Ella les leyó públicamente, “Este no es solo un momento para decirles algo que creo que quieren escuchar. Este es un momento para sincera y honestamente reconocerles por lo que han hecho por mí. Sabían que, por encima de todo, eras mis padres, y su trabajo más importante era ayudarme a convertirme en la mujer en la que pude convertirme. ¡Me amaron!”1 Missy estaba agradeciendo a sus padres por asumir la verdadera responsabilidad parental al ser su guía y sus mentores.

Cuando se nos presenta por primera vez a Timoteo, se lo describe como alguien que “Era de buen testimonio entre los hermanos en Listra y en Iconio” (Hechos 16: 1-2). Debemos darnos cuenta de que tal resultado de buen carácter y testimonio no sucedió solo. Timoteo tenía el ejemplo piadoso de su “abuela Loida y su madre Eunice”, que tenían “fe no fingida” (II Timoteo 1: 5). Sabemos que este caminar con el Señor fue transmitido a Timoteo porque Pablo le dice: “Estoy persuadido de que [el amor no fingido] también está en ti”. En pocas palabras, los niños imitan lo que ven, oyen y se les enseña. Un comercial en 2016 muestra un breve extracto de un niño de 5 años coloreado en una pared. Cuando su padre lo ve, enfadado lo llama “estúpido”. Otro segmento muestra al niño gritándole a su hermano menor y llamándolo estúpido. Sin embargo, en el siguiente segmento, el padre le dice calmadamente al niño que debemos dibujar en un papel, no en la pared, luego él amorosamente invita a su hijo a ayudarlo a limpiar la pared. El segmento final muestra al niño interactuando con amor y cariño con su hermano menor. El punto en el anuncio es que los niños son como esponjas. Ya sea para bien o para mal, absorben el comportamiento que ven y lo incorporan en sus propias vidas. Esto es exactamente por lo que es tan vital para los padres y abuelos darse cuenta de que no deben esforzarse por ser el amigo de sus hijos a expensas de la crianza de los hijos. En cambio, deben darse cuenta de que, como dijo Missy, “… por encima de todo, ustedes fueron mis padres y su trabajo más importante fue ayudarme a convertirme en la mujer en la que fui capaz”.

Padres, habrá tiempo para ser el amigo de su hijo una vez que hayan crecido. Mientras son jóvenes, sean sus padres, sirviéndoles de mentores y moldeándolos para que maduren.