La verdad de Cristo

by Pastor Cornelius R. Stam

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“Como la verdad de Cristo está en mí…” (II Cor. 11:10).

¡Cuántas veces San Pablo, en sus cartas, habla con juramento! “Dios es mi testigo” (Rom. 1:9), “Como Dios es veraz” (II Cor. 1:18), “He aquí, delante de Dios no miento” (Gálatas 1:20), “Dios es mi testimonio” (Fil. 1:8), “Digo la verdad en Cristo, y no miento” (I Tim. 2:7), etc., etc.

Como ha dicho Dean Howson: “Cuando Pablo hace una declaración solemne bajo el sentido de la presencia de Dios, no duda en expresar esto”.

Pero, ¿no habían hablado otros bajo el sentido de la presencia de Dios? Por supuesto que sí, pero Pablo llama a Dios a testificar con mucha más frecuencia que cualquier otro escritor de la Biblia. ¿Por qué es esto? La respuesta se encuentra en el carácter distintivo del ministerio de Pablo como apóstol del “misterio”. Juan el Bautista, los cuatro evangelistas y los doce apóstoles no necesitaron hablar con juramentos ya que proclamaron lo que ya estaba profetizado. Pero con Pablo era diferente. Separado de los doce, que eran ampliamente conocidos como los apóstoles de Cristo, Pablo había sido levantado para dar a conocer un maravilloso secreto que Dios había mantenido oculto a todos los que lo habían precedido. Si bien no es una contradicción de la profecía, este secreto, sin embargo, no había sido profetizado; fue una nueva revelación. Por lo tanto, era apropiado que el Apóstol insistiera una y otra vez en que escribía como en la presencia de Dios.

Sin embargo, al considerar los juramentos de Pablo, debemos preguntarnos si alguien usó alguna vez el juramento con una sinceridad más solemne. ¿Alguien alguna vez sufrió tan intensamente por las verdades que proclamaba, o pagó tan caro para convencer a otros de ellas? Alguien podría decir con tanta sencillez a quienes mejor lo conocieron:

“Vosotros sabéis… cómo he estado con vosotros en todo tiempo, sirviendo al Señor con toda humildad de mente, y con muchas lágrimas y tentaciones [pruebas]… y cómo nada os he reservado que os fuera de provecho…” (Hechos 20:18-20).


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