“Paz con Dios” es una cosa; “la paz de Dios” es otra. Para disfrutar de lo segundo, primero debemos experimentar lo primero, porque la paz de Dios, que reina en nuestros corazones, es el resultado de “la paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
San Pablo declaró por inspiración divina que “[Cristo] fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación” y que “justificados, pues, por la fe”, nosotros, que una vez estuvimos enemistados con Dios, podemos disfrutar de “paz”. con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 4:25; 5:1). El resultado de la “paz con Dios” es “la paz de Dios”, la paz que Él da a los Suyos en medio de todas las tribulaciones de la vida. Por eso el Apóstol escribe a los cristianos romanos:
“Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer” (Rom. 15:13).
Si bien solo aquellos que están en paz con Dios pueden y deben conocer “la paz de Dios”, no se sigue, sin embargo, que todos los que están en paz con Dios necesariamente disfruten de “la paz de Dios”. Los creyentes pueden disfrutar de “la paz de Dios” solo si practican Fil. 4:6:
“CUIDADO [ANSIOSO] POR NADA; PERO EN TODO, POR ORACIÓN Y SUPLICA, CON ACCIÓN DE GRACIAS, SEAN CONOCIDAS VUESTRAS PETICIONES ANTE DIOS.”
Si seguimos estas instrucciones, ciertamente se cumplirá la promesa que sigue.
“LA PAZ DE DIOS, QUE SOBREPASA TODO ENTENDIMIENTO, GUARDARÁ VUESTRO CORAZÓN Y MENTE EN CRISTO JESÚS” (Ver. 7).
Como creyentes en Cristo, “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Por lo tanto, nosotros
no debemos estar constantemente abrumados y derrotados por las adversidades de la vida, sino que debemos prestar atención a la exhortación; “Que la paz de Dios gobierne en vuestros corazones” (Col. 3:15).
“AHORA EL MISMO SEÑOR DE LA PAZ LES DÉ PAZ SIEMPRE Y POR TODO MEDIO” (II Tes. 3:16).