En la Biblia, la gracia de Dios es su favor amoroso hacia el hombre caído. San Pablo tiene más que decir sobre la gracia que cualquier otro escritor de la Biblia, abriendo cada una de sus epístolas con la declaración: “Gracia y paz sean con vosotros”.
No es de extrañar, porque él mismo fue la mayor demostración de la salvación por gracia de Dios. En 1 Tim. 1:13,14, dice:
“[Yo] era antes blasfemo, perseguidor e injurioso; pero obtuve misericordia… y LA GRACIA DE NUESTRO SEÑOR FUE MÁS ABUNDANTE…”
Después de años de servicio y sufrimiento por Cristo, declaró:
“Pero ninguna de estas cosas me conmueve, ni tengo por estimada mi vida, para terminar con gozo mi carrera y el ministerio que he recibido del Señor Jesús, para dar testimonio DEL EVANGELIO [BUENAS NUEVAS] DE LA GRACIA DE DIOS” (Hechos 20:24).
La salvación es enteramente por la gracia de Dios, no parcialmente por las obras del hombre, porque en Rom. 11:6 leemos: “…si [fue] por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia”.
Y en Rom. 4:4,5: “…al que trabaja, la recompensa no se le cuenta como gracia, sino como deuda. Pero al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Por lo tanto, la salvación “no es por obras”, sino “para buenas obras” (Efesios 2:8-10). Las buenas obras son el fruto, no la raíz.
“Todos pecaron”, dice Rom. 3:23 pero, gracias a Dios, todos pueden ser “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24).
Por lo tanto, el propósito de Dios es “mostrar en los siglos venideros LAS ABUNDANTES RIQUEZAS DE SU GRACIA en su bondad para con nosotros mediante Cristo Jesús” (Efesios 2:7).