“Nos preguntábamos si podría arrojar un poco más de luz sobre lo que Pablo quiso decir con la frase, ‘la circuncisión no hecha a mano'”.
“Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad, en quien también sois circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal por la circuncisión de Cristo” (Col. 2:10,11).
Según el Pacto Abrahámico, los israelitas debían circuncidar a sus hijos varones al octavo día. Normalmente el padre realizaba este procedimiento, que convertía al pequeño en hijo del pacto. Aunque la circuncisión no salvó al niño, le dio una posición favorable para disfrutar de las bendiciones de Dios, que incluían la salvación. Con una vuelta de la rueda, Dios a menudo logra un doble propósito. Además del rito religioso de la circuncisión, el octavo día fue significativo porque el contenido de vitamina K en la sangre (agente coagulante) está en su nivel más alto durante toda la vida.
La circuncisión “no hecha a mano” es una operación de Dios. Esto pertenece a nuestra circuncisión espiritual en Cristo. En resumen, el Padre quitó quirúrgicamente nuestros pecados cuando Cristo fue cortado en la Cruz. Una comprensión de esta verdad nos permitirá vivir una vida más profunda en Cristo sabiendo que nuestros pecados son perdonados.