Uno de los libros más esclarecedores de la Biblia, y de hecho de toda la literatura, es la gran Epístola de San Pablo a los Romanos.
Pablo era por naturaleza y por formación un lógico, quizás el más grande lógico de todos los tiempos, y en este caso sus palabras fueron inspiradas por el Espíritu, de modo que tenemos en su Epístola a los Romanos un poderoso argumento lógico sobre Dios y el hombre, la condenación y la justificación. Es maravilloso que se nos explique el plan de salvación de Dios. Todo esto falta demasiado en la evangelización moderna.
El argumento doctrinal de Romanos comienza con una demostración de la depravación moral del hombre. Dice, incluso a los moralistas:
“Tú eres imperdonable…” (2:1).
El Apóstol luego continúa mostrando que la Ley fue dada, no para ayudar a los hombres a ser buenos, sino “para que toda boca sea tapada, y todo el mundo sea presentado culpable ante Dios” (3:19). La conclusión:
“De modo que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado” (3:20).
El Apóstol lleva su argumento aún más al mostrar cómo el Señor Jesucristo se entregó a sí mismo como satisfacción por el pecado para que podamos ser “justificados gratuitamente por la gracia [de Dios], mediante la redención que es en Cristo Jesús” (3:24). Su conclusión nuevamente:
“De modo que concluimos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” (3:28).
“Así que, justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (5:1).
Luego muestra cómo aquellos que confían en Cristo son “bautizados en Cristo” (6:3), hechos uno con Él por la fe. La conclusión final:
“Por tanto, ahora ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (8:1).
Y el Apóstol cierra la parte doctrinal de esta gran epístola exclamando:
“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? … ¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (8:33,35).
Nuestro consejo para aquellos que tienen preguntas sobre la salvación: estudien la epístola de Pablo a los Romanos, con atención y oración.