Hay una historia antigua sobre el dueño de un vasto imperio con muchos sirvientes. Cuando decidió emprender un viaje, el propietario convocó a varios de sus sirvientes y les confió gran parte de su riqueza. Cuando el propietario regresó, exigió a sus sirvientes que informaran qué tipo de ganancias obtuvieron. Varios ganaron mucho y fueron debidamente elogiados y recompensados. Pero uno no había hecho nada salvo asegurar el capital inicial que se le había confiado. El dueño reprendió a este siervo por su pereza, tomó su capital y castigó a su sirviente. Esta ilustración, basada en la parábola de las monedas (Mateo 25:14-30), va ligeramente paralela a algunos aspectos del próximo Asiento de Bema.
Desafortunadamente, algunos piensan en el Juicio Final de Cristo como poco más que una ceremonia de premiación sin mencionar los pecados de uno. Su premisa es que solo nuestra “obra” será juzgada (I Corintios 3:13-15), que ellos definen como solo esfuerzos inferiores, o mano de obra para Cristo. Pero Dios define “obras” como cualquier acción, ya sea buena o mala. La mayoría de las veces, Dios usa la palabra “obra” como un equivalente al pecado. El malvado Alejandro el herrero causó mucho daño y este es considerado por el Señor como sus “obras”, por lo que “el Señor les pagará conforme a sus hechos” (II Timoteo 4:14). Las “obras de la carne” en Gálatas 5:19-21 solo pueden ser categorizadas como pecados, y no meramente como un esfuerzo inferior. Pablo también les dijo a los creyentes en Roma que desechen “las obras de las tinieblas “(Romanos 13:12). Si bien es posible que cada uno de nosotros solo desee una recompensa por su servicio fiel a Cristo, con la esperanza de que nuestras elecciones pecaminosas después de la salvación estén ausentes, esto no sucederá de esta manera en el Asiento de Bema. Pablo dice que todo lo “bueno o malo” será manifiesto y será juzgado en el “tribunal de Cristo” (II Corintios 5:10). Cada uno de nosotros “rendirá cuenta a Dios” (Romanos 14:12), y la gravedad de esta realidad tiene la intensión de motivarnos a ser más responsables ahora acerca de este lado de la eternidad (II Corintios 5:11). Para ser perfectamente claro, esta descripción bíblica NO se trata del castigo por la conducta pecaminosa después de la salvación. Se trata de la responsabilidad y el entendimiento de las acciones propias al estar de pie frente al Salvador.
Dios proporciona esta imagen sobria del Asiento de Bema para convencernos de no adoptar una actitud frívola hacia las acciones pecaminosas después de la salvación. En cambio, con cuidado y un corazón agradecido, debemos construir una vida de “buenas obras” (Efesios 2:10) que glorifiquen al Salvador. ¿Cómo puedes hacer esto?