Dios nos dice en Su Palabra que los creyentes son “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24). La palabra “libremente” aquí no significa “sin costo”, sino “sin causa”. La misma palabra original se traduce así en Juan 15:25, donde encontramos las palabras de Cristo: “Sin causa me odiaron”.
Así, los pecadores odiaron a Cristo “sin causa”, pero Dios justifica a los pecadores “sin causa”. ¿Cómo puede ser esto? Vamos a ver:
¿Qué había hecho Cristo para ganarse la enemistad de los hombres? Nada de nada. Había sido bondadoso y bueno, había ayudado a los afligidos, había sanado a sus enfermos, había hecho hablar a los mudos, oír a los sordos, ver a los ciegos y saltar de alegría a los cojos. ¿Por qué, entonces, le odiaban? La Biblia dice que le odiaban “sin causa, es decir, sin causa alguna en él. La causa de su odio residía en sus propios corazones malvados.
Pero por otro lado, ¿qué han hecho los pecadores para merecer la justificación ante Dios? De nuevo la respuesta es: nada en absoluto. Han quebrantado Sus mandamientos todos los días, mintiendo, robando y cometiendo cientos de otros pecados. Sin embargo, en amor Dios dio a Su Hijo para morir por ellos en el Calvario “para que sea justo y [al mismo tiempo] Justificador del que cree en Jesús” (Rom. 3:26). Ama y justifica a los creyentes “sin causa”, es decir, sin causa alguna en ellos. La causa debe encontrarse en Su propio corazón compasivo, porque “DIOS ES AMOR”.
Así, los que confiamos en Cristo, que murió por nuestros pecados, somos justificados sin causa, por la gracia de Dios, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.” (Hechos 13:38,39).