Hijos de Dios – I Juan 3:1-3

by Pastor John Fredericksen

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Conocemos a una familia cristiana donde la esposa estuvo casada previamente y tuvo dos hijos pequeños. El padre de estos niños falleció y, como todos los niños, necesitaron el amor, la aceptación y la crianza de un padre. Cuando la madre se volvió a casar, su nuevo esposo adoptó a estos muchachos y les dio su nombre. Sin embargo, frecuentemente abusó física y verbalmente de estos muchachos. Cuando se agregaron nuevos hijos a la familia, el esposo, en particular, mostró un evidente favoritismo hacia sus propios hijos. Uno solo puede imaginar el anhelo insatisfecho que estos muchachos tuvieron a lo largo de los años. Un niño necesita más que el nombre de un hombre para sentirse amado y aceptado. Necesita constantes demostraciones de amor.

El apóstol Juan dio una bella descripción de lo que es ser un hijo de Dios. Él escribió: “Miren cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios…” (I Juan 3:1). Ten en cuenta que Juan enfatizó una nueva relación con el Señor para estos judíos. Ya no se refería a ellos como “los hijos de Israel” como en el Antiguo Testamento. En cambio, se refirió a ellos como “hijos de Dios”. Este título implica una aceptación genuina e inclusión en una familia y una posición más madura. Además, a cada miembro se le asegura que Dios el Padre los ama en un sentido más profundo del que se puede poner en palabras humanas. Él lo demostró enfáticamente cuando “Dios demuestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Un padre apropiado anhela una relación continua y creciente con sus hijos. Él también estará constantemente listo para ayudar cuando sea necesario. El Señor confirmó a estos santos que Él siempre era accesible y los invitó a ir “… con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). Una confianza en este tipo de relación sana con Dios anima a cada santo a “purificarse” (vs.3), para que uno sea más “como Él” (vs2) incluso antes de la eternidad.

Los creyentes de hoy también son bendecidos por tener una relación amorosa similar con Dios que nos da una sensación de seguridad satisfactoria. Gálatas 4:6 declara: “Y por cuanto son hijos, Dios envió a nuestro corazón el Espíritu de su Hijo que clama: Abba, Padre”. Alégrate en tu relación con Dios, que él te ama, acepta y está siempre listo para ayudarte.