Una de las mayores profecías de las Escrituras se encuentra en el Salmo 110:1, donde David escribió: “Dijo Jehová a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
En Mat. 22:41-46 nuestro Señor explicó que esta era una profecía acerca de Él mismo, el Hijo y Señor de David. Los hombres podrían odiarlo y gritar “¡Fuera con Él!” Podrían clavarlo a un madero y reírse y burlarse de Él, pero Dios el Padre responde diciendo: “Aquí, ven y siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Nunca debemos olvidar que, según la profecía bíblica, la respuesta de Dios al rechazo de Cristo por parte del hombre sería juicio e ira. En el Salmo 2 se pregunta por qué las naciones se enfurecen y el pueblo de Israel imagina cosas vanas: que pueden vivir sin Aquel a quien Dios ha ungido para ser Rey. El Salmo describe a Dios riéndose de sus intentos de frustrar Sus propósitos y predice que “el Señor se burlará de ellos” y “les hablará en Su ira”.
En Pentecostés todo estaba listo para que cayera el juicio. Cristo había sido crucificado y habían comenzado “los últimos días”, como declaró Pedro en Hechos 2:16,17, citando al profeta Joel. Pero extrañamente, mientras que parte de la profecía de Joel se cumplió, o comenzó a cumplirse, en ese momento, el resto no se cumplió, porque Dios no envió, y aún no ha enviado, el juicio profetizado.
Gracias a Dios, en su gracia infinita, Él interrumpió el programa profético, retrasó el resto de su cumplimiento y reveló al Apóstol Pablo Su propósito secreto de ofrecer a Sus enemigos en todas partes la salvación y la reconciliación por gracia gratuita, mediante la fe en el Salvador crucificado y resucitado. En su carta a los Efesios, el Apóstol pregunta si han oído hablar de “la dispensación de la gracia de Dios que me es dada para con vosotros; cómo por revelación me dio a conocer el misterio” (Efesios 3:1-3). Ahora, gracias a Dios, Su propósito eterno en Cristo ya no es un secreto. Mientras dure el día de la gracia podemos ser “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24).