Una lección sencilla sobre cómo usar correctamente la palabra de verdad
“…al que recogió poco, nada le faltó…” (Ex. 16:18).
“Ni hubo entre ellos ninguno que careciera…” (Hechos 4:34).
“…para que nada os falte” (I Tesalonicenses 4:11,12).
Como podemos ver aquí, a lo largo de la Biblia, Dios se ha preocupado de que a Su pueblo no le falten las necesidades básicas de “alimento y vestido” (I Tim. 6:8). Sin embargo, como veremos, los medios por los cuales Él provee para estas necesidades ha cambiado. Para empezar, cuando cayó el maná en el desierto, Moisés le dijo a Israel:
“…recogerá cada uno según su comida… Y así lo hicieron los hijos de Israel, y recogieron unos más, otros menos… al que recogió mucho no le sobró, y al que poco no le faltó…” (Ex. 16:16-18).
Aquí vemos que Dios proveyó milagrosamente el pan de cada día para Israel durante su viaje por el desierto, y “no les faltó nada” (Deuteronomio 2:7). Sabemos que Él también evitó sobrenaturalmente que sus zapatos y ropa se desgastaran durante esos cuarenta años (Deut. 29:5). Pero cuando nos volvemos al Nuevo Testamento, encontramos que los medios por los cuales Dios proveyó para las necesidades de Su pueblo cambiaron. En Pentecostés, leemos,
“Y todos los que habían creído estaban juntos, y tenían todas las cosas en común; y vendieron sus posesiones y bienes, y los repartieron entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44,45).
“Ni hubo entre ellos ninguno que careciese; porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, y traían los precios de las cosas vendidas, y las ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos 4:34,35).
Como puede ver, los medios por los cuales Dios proveyó para su pueblo cambiaron dramáticamente. Aquí Él proveyó sus necesidades instruyéndoles a juntar sus recursos y vivir en un estado comunal.
Hoy, en la dispensación de la Gracia, el medio por el cual Él suple nuestras necesidades ha cambiado una vez más. Nuestro Apóstol Pablo nos dice:
“Y que estudiéis estar quietos, y hacer vuestro propio negocio, y trabajar con vuestras propias manos, como os hemos mandado; para que andéis honradamente hacia los de afuera, y que nada os falte” (I Tesalonicenses 4:11, 12).
Una vez más vemos que los medios por los cuales Dios provee a Su pueblo con las necesidades de la vida ha cambiado. Hoy en día, las necesidades de un cristiano son satisfechas por Dios mientras él “hace con sus manos lo que es bueno” (Efesios 4:28).
Y así se nos recuerda nuevamente que, si bien Dios mismo nunca cambia, la forma en que trata con los hombres ha cambiado dispensacionalmente a lo largo de los siglos.