“Porque sabemos que toda la creación gime y sufre dolores de parto a una hasta ahora” (Romanos 8:22).
La evolución moderna, por supuesto, niega el relato bíblico de la caída y tiene mucho que decir sobre “el ascenso del hombre”, pero la evolución no da cuenta, de hecho, evade asiduamente, lo que se encuentra en la raíz misma de todos los problemas del hombre:el pecado. No explica adecuadamente por qué el hombre se encuentra débil, pobre, miserable, afligido, corrupto, pereciendo, y no explica por qué es tan absolutamente incapaz de salir de ese estado. No logra explicar su sentido inherente de culpabilidad; de hecho, insiste en que no tiene motivos para un “complejo de culpa”.
Todo hombre siente en sí mismo un desorden, una dislocación positiva de las cosas, que la ciencia —y ciertamente la teoría de la evolución— no es capaz de explicar. Solo el relato bíblico de la caída lo explica y muestra cómo todos los problemas y angustias del hombre surgen de su propia naturaleza, que es caída y corrupta.
“…POR UN HOMBRE EL PECADO ENTRÓ EN EL MUNDO, Y POR EL PECADO LA MUERTE; Y ASÍ LA MUERTE PASÓ A TODOS LOS HOMBRES, PORQUE TODOS HAN PECADO” (Rom. 5:12).
Es muy importante que los no salvos aprendan esta lección; aprender que no son simplemente nuestros pecados, sino nuestro pecado lo que nos hace incapaces de la presencia de Dios; no meramente nuestras acciones sino nuestra naturaleza; no simplemente lo que hemos hecho, sino lo que haríamos porque somos esencialmente pecadores como hijos de Adán.
Cuán profundamente agradecidos debemos estar, entonces, de que Dios nos ama a pesar de nuestros pecados y de nuestra naturaleza pecaminosa, y que… “…Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).