Antes de llegar a tener una mejor comprensión de la gracia y la libertad, mi esposa y yo procedíamos de un contexto legalista. Durante nuestras primeras semanas de matrimonio, una mujer que solo había visto una vez se nos acercó y me dijo abruptamente: “Oh, tú eres quien no permitirá que su esposa use pantalones”. Luego le dijo a mi esposa que ella no necesitaba un marido para decirle qué hacer. No respondimos bruscamente, pero sus declaraciones fueron ofensivas y su opinión simplemente no era deseada. Más tarde supe que esto era una conducta común para esta mujer. Parecía no importarle interferir o crear una reputación negativa para ella misma.
Dios nos da un consejo sabio acerca de involucrarnos innecesariamente en los asuntos de los demás. Proverbios 26:17 dice: “El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno es como el que toma al perro por las orejas”. Imagínese ir caminando con un Pit Bull y levantar bruscamente al perro en el aire por las orejas. En casi todos los casos, el perro volverá la cabeza y te morderá con fuerza. Esto es lo que podemos esperar cuando nos entrometemos en los asuntos de otra persona. Por lo general, volverá a mordernos, y nos lo mereceremos. Cuando nos insertamos en medio de las emociones acaloradas de los demás, la reacción hacia nosotros seguramente cosechará consecuencias indeseables. Rara vez seremos apreciados, y podemos recibir justificadamente una respuesta muy enojada. Los cristianos no están exentos de entrometerse en las vidas de los demás. Pablo les dijo a los santos en Tesalónica: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometidos en lo ajeno” (II Tesalonicenses 3:11). Algo en común entre aquellos que tienen este hábito es que tienen demasiado tiempo ocioso. En I Timoteo 5: 11-13, Pablo describió el peligro de las “viudas más jóvenes” que “aprenden a ser ociosas … y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran”. Uno que constantemente da su opinión cuando no es solicitada, debe aprender varias lecciones: el consejo no solicitado es una opinión no deseada; es mejor dejar algunas cosas sin decir; y cuando nos adentramos en los asuntos de otra persona, solo estamos buscando problemas.
La próxima vez que sientas la tentación de “dar tu aporte” en los asuntos de otra persona, recuerda, Dios simplemente no quiere que lo hagas. En cambio, ocúpate de ti mismo haciendo algo verdaderamente productivo en la causa de Cristo.