Hace unos tres mil años, y unos mil años antes de Cristo, el salmista dijo:
“Si Tú, Señor, miras las iniquidades, oh Señor, ¿quién se mantendrá firme? Pero en Ti hay perdón…” (Sal. 130:3,4).
El salmista no explicó, sin embargo, sobre qué base un Dios justo y santo podía perdonar a un pecador culpable. Esto iba a ser proclamado mil años después por el apóstol Pablo, él mismo una vez “blasfemo, perseguidor e injuriador”; el “principal” de los pecadores, pero perdonado y salvado por la infinita gracia de Dios (Tim. 1:13-15).
Predicando a Cristo en Antioquía, en la provincia de Pisidia, Pablo declaró:
“Séos notorio, pues, varones y hermanos, que POR ESTE HOMBRE LES ES PREDICADO EL PERDÓN DE LOS PECADOS, Y POR ÉL TODOS LOS QUE CREEN SON JUSTIFICADOS DE TODAS LAS COSAS, DE LAS CUALES NO PUDISTEIS SER JUSTIFICADOS POR LA LEY DE MOISÉS” (Hechos 13:38,39).
Pero incluso esto no responde completamente a nuestra pregunta, porque aún debemos preguntarnos: ¿Sobre qué base perdona Dios los pecados a través de “este Hombre”? La respuesta es: sobre la base de Su pago por nuestros pecados en la cruz del Calvario. Así escribe el Apóstol a los Romanos, explicándoles cómo podemos ser…
“…justificados gratuitamente por su gracia [la de Dios], MEDIANTE LA REDENCIÓN QUE ES EN CRISTO JESÚS” (Rom. 3:24).
Ahora, gracias a Dios, a través de la obra consumada de Cristo, no hay un pecador que necesite permanecer sin perdón, porque:
“En [Cristo] tenemos redención por su sangre, EL PERDÓN DE LOS PECADOS SEGÚN LAS RIQUEZAS DE SU GRACIA” (Efesios 1:7).