Millones honran a George Washington como “el padre de nuestro país”, pero ¡cuán pocos conocen a Pablo, el apóstol de Dios a las naciones!
Ni Mateo, ni Marcos ni Lucas; no Pedro, Santiago o Juan, sino solo Pablo escribió:
“PORQUE LES HABLO A USTEDES GENTILES (o USTEDES DE LAS NACIONES] POR CUANTO SOY EL APÓSTOL DE LOS GENTILES [NACIONES]: HONRO MI OFICIO” (Rom. 11:13).
Y recuerde, Pablo escribió esto por inspiración divina. Pero nótese bien que Pablo no se engrandeció a sí mismo, sino a su oficio, para el cual había sido designado por el Señor glorificado. Al defender su apostolado ante los gálatas, escribió:
“Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio que ha sido predicado por mí, no es según hombre.
“Porque yo no lo recibí, ni me lo enseñaron, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:11,12).
En muchos otros pasajes el Apóstol afirma hablar como un representante directo de Cristo (Ver I Cor. 11:23; 15:3; Ef. 3:2,3; I Tes. 4:15; etc.). A Timoteo Pablo le escribió en I Tim. 6:3-5 acerca de sus propios escritos:
“Si alguno enseña lo contrario, y no consiente en palabras sanas, las palabras de nuestro Señor Jesucristo, y en la doctrina que es conforme a la piedad, se enorgullece, no sabiendo nada…”
Esto no podría demostrar más enfáticamente la afirmación de Pablo de que sus palabras eran “las palabras de nuestro Señor Jesucristo”, recibidas de Él por revelación directa. A los Corintios, que cuestionaban esto, el Apóstol escribió:
“…SI VUELVO OTRA VEZ, NO SERÉ INDULGENTE, YA QUE BUSCÁIS UNA PRUEBA DE CRISTO HABLANDO EN MÍ” (II Cor. 13:2,3).
¿La prueba de esta afirmación? Esto fue verdaderamente abrumador, porque Pablo fue usado más que cualquier otro apóstol para fundar iglesias y guiar a los hombres al conocimiento y gozo de la salvación. A los creyentes de Corinto les escribió lo que podría haber escrito a muchos miles más: “El sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” (I Corintios 9:2).