Conocimos a Tim, el hijo del pastor. Ser el hijo de un predicador es como vivir en una pecera de constantes críticas y altas expectativas. Sumado a esta dificultad, su madre murió de cáncer cuando él tenía 15 años. Deprimido y confundido, Tim se volvió rebelde. Nunca fue algo severo. En su mayoría no cumplía las expectativas de su padre. Cuando el padre se volvió a casar poco después, echó a Tim de la casa. Su padre dijo que había hecho todo lo posible con Tim y que había renunciado a su hijo. Solo podemos imaginar lo desesperado y solitario que Tim debió haberse sentido.
Dios nunca nos echará de su familia, ni nunca nos abandonará. Efesios 4:30 promete que, cuando confiamos en Cristo solo para el perdón de nuestros pecados, estamos “sellados para el día de la redención”. El Espíritu Santo que mora en nosotros es nuestra garantía de parte de Dios de que nuestra salvación y descendencia permanecerá constante para siempre. Así como somos salvos por la gracia, ella nos guarda. Romanos 8: 35-39 promete que absolutamente nada puede “… separarnos del amor de Cristo …” Estamos seguros en la familia de Dios y siempre somos bienvenidos en la presencia de Dios Padre. Nuestra posición con Él nunca cambia, y Él continúa trabajando con nosotros a través de todos nuestros altibajos. Pablo estaba tan seguro de esto, que les dice a los santos en Filipos que él estaba “… convencido de esto: que el que en ustedes comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1: 6). Tener “confianza” es estar completamente convencido. El “buen trabajo” al que se refiere Pablo es todo el proceso de salvación y santificación. En el momento en que confiamos en Cristo, somos apartados de la pena del pecado y nos identificamos con la justicia de Cristo. A partir de entonces, somos apartados permanentemente del mundo a medida que crecemos en nuestra fe. Pablo estaba convencido de que este proceso nunca termina hasta que volvamos a casa para estar con el Señor. Dios nunca se dará por vencido con nosotros, incluso cuando no seamos consistentes o nos rebelemos y descarriemos. Dios todavía nos ama y busca atraernos de regreso. Él sigue trabajando internamente a través del Espíritu Santo, y a través de las circunstancias, para convertirnos en un hijo maduro de Dios.
Comparte la noticia hoy que, independientemente de los altibajos en nuestra fidelidad, Dios nunca se da por vencido.