El evangelio de la salvación

by Pastor Paul M. Sadler

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Con las almas de los hombres colgando en la balanza eterna, es extremadamente importante dar una presentación clara del evangelio. Siempre nos hemos maravillado de cómo el Espíritu Santo sortea el laberinto de confusión respecto de los diversos planes de salvación que se han desarrollado a lo largo de los años. Aunque todos estos planes contienen un elemento de verdad, dejan la puerta abierta para engañar al pecador.

Plan uno:
Admite que eres pecador (Romanos 3:23).
Esté dispuesto a apartarse de sus pecados (arrepentirse) (Mateo 3:2).
Cree que Jesucristo murió por ti en la Cruz (I Cor. 15:3).
A través de la oración invita a Jesucristo a entrar y controlar tu vida.
Plan dos:
Confiesa tus pecados (Marcos 1:5).
Abre la puerta de tu corazón para que Cristo pueda entrar (Apocalipsis 3:20).
Cree en Jesucristo (Hechos 16:31).
Acércate públicamente a recibir a Jesús como tu Salvador personal.
Plan tres:
Reconoce que eres pecador (Romanos 3:23).
Debes hacer de Jesucristo Señor de tu vida (Rom. 12:1).
Cree que Cristo murió por ti (I Cor. 15:3).
Acepta a Cristo como tu Salvador personal orando a Dios.
Hay dos defectos graves en los planes anteriores. Primero, confunden los términos de la salvación bajo el evangelio del reino con el evangelio de la gracia de Dios. En segundo lugar, el pecador podría fácilmente poner su confianza en lo que ha hecho, en lugar de confiar en el Salvador. Por ello sugerimos lo siguiente:

Los términos bíblicos de la salvación:
Reconoce que eres pecador, “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Cree en el Señor Jesucristo, que Él murió por tus pecados,
fue sepultado y resucitó (Rom. 4:5; I Cor. 15:3,4).
Si ha confiado en Cristo como su Salvador personal, ¿por qué no orar y agradecer a Dios por su salvación?

Amados, los no salvos penden sobre el lago de fuego de un fino hilo de existencia humana. Lo único que se interpone entre ellos y el juicio eterno son las buenas nuevas de Cristo y de éste crucificado. Que el Señor nos dé una carga por las almas perdidas, porque “ahora es el tiempo aceptado; he aquí, ahora es el día de la salvación”.


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