“Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió de ellos a doce, a los cuales también llamó apóstoles” (Lucas 6:13).
Mucha gente no distingue entre los discípulos de nuestro Señor y Sus apóstoles. Suponen que son iguales. Sin embargo, esto es incorrecto, porque nuestro Señor tuvo una multitud de discípulos mientras que solo tuvo unos pocos apóstoles. Sus apóstoles fueron elegidos entre Sus discípulos, como aprendemos del mensaje anterior del evangelio de Lucas.
Un discípulo es un seguidor; un apóstol es un “enviado”. Un discípulo es un aprendiz; un apóstol es un maestro. Aquí hay una gran lección que todos debemos aprender.
Debemos venir antes de poder irnos. Debemos seguirlo antes de que podamos ser enviados. Debemos aprender antes de poder enseñar. Debemos escuchar al Señor antes de poder hablar por Él.
“Así dice el Señor”, era la frase familiar con la que los profetas del Antiguo Testamento iniciaban sus mensajes. Pero a la cabeza de la larga lista de profetas del Antiguo Testamento encontramos a Samuel, un joven, diciendo: “HABLA SEÑOR, PORQUE TU SIERVO OYE” (I Sam.3:9).
Entonces, antes de que podamos hacer o decir algo por Dios, debemos escuchar a Dios. Esto explica por qué es tan importante la lectura y el estudio de la Palabra de Dios.
Primero, la salvación misma viene al escuchar y creer la Palabra de Dios, especialmente acerca de Cristo y Su muerte por nuestros pecados. Romanos 10:17 dice: “La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”, y 1 Pedro 1:23: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive”. y permanece para siempre”. Entonces, habiendo sido salvos, sólo podremos servir a Dios aceptablemente mediante el estudio diligente de Su Palabra. Quizás el pasaje más importante de la Biblia sobre este tema sea II Timoteo 2:15:
“PROCURA CON DILIGENCIA PRESENTARTE ANTE DIOS APROBADO, COMO OBRERO QUE NO TIENE DE QUÉ AVERGONZARSE, QUE USA BIEN LA PALABRA DE VERDAD”.