Del Ático a la letrina – Hechos 14:1-22

by Pastor John Fredericksen

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Aunque no puedo recordar los detalles, la historia de este jugador profesional de fútbol se me ha quedado grabada. Acababa de liderar un sorprendente regreso ganando un juego sobre uno de los rivales de su equipo. Con la habitual euforia después de la victoria, la prensa entrevistó entusiasta al mariscal de campo, llamándolo el héroe del juego. Con calma, el mariscal de campo dijo: “Muchachos, llevo mucho tiempo aquí. He aprendido que no está lejos el ático de la letrina”. Lo que él, y muchos otros que usaban una cita similar decían es que uno puede ser popular pero no tarda en perder el agrado de la opinión pública.

Cuando Pablo y Bernabé llegaron a Iconio, hablaron en la sinagoga y “creyó un gran número, tanto de judíos como de griegos” (Hechos 14:1). Pero Satanás incitó a los judíos incrédulos, e “incitaron y predispusieron el ánimo de los gentiles en contra de los hermanos” (vs.2). Posteriormente, los gentiles, y “los judíos junto con sus gobernantes” (vs.5), buscaron apedrear a Pablo. Sabiamente, Pablo y Bernabé “huyeron a Listra y a Derbe” (vs.6). Mientras estuvo allí, Pablo sanó a un hombre que había sido lisiado de nacimiento. Cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, concluyeron que Pablo era el falso dios Mercurio, y Bernabé era Júpiter. Esta frenética multitud habría sacrificado animales y les habría ofrecido culto, pero Pablo los convenció enérgicamente para que abandonaran esa adoración tan vana “al Dios vivo” (vs.15). Posteriormente, vinieron judíos incrédulos “de Antioquía y de Iconio vinieron unos judíos, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, suponiendo que estaba muerto” (vs.19). Sin lugar a dudas, el apóstol Pablo supo lo que significaba pasar rápidamente del ático de la popularidad a la letrina del odio público. Pero su testimonio fue: “No estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20: 24). Creemos que Pablo realmente murió en esta lapidación (pero resucitó) y en otras persecuciones subsiguientes, porque al describir sus pruebas, dijo que estaba “en cárceles… en peligros de muerte, muchas veces” (II Corintios 11:23).

Lo que queremos aprender de su ejemplo es a enamorarnos de las alabanzas de los hombres ni a desalentarnos por su acalorada oposición. Al igual que Pablo, debemos seguir sirviendo al Señor fielmente y ofrecer el evangelio, sin importar el costo e independientemente de los vientos de aceptación o de rechazo.