¿Cuántas recompensas eternas quieres? – II Cor. 9:6

by Pastor John Fredericksen

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Cuando mi abuelo sembró maíz, era normal sembrar en hileras de cuarenta y dos pulgadas de separación y luego cada cuarenta y dos pulgadas seguir a la próxima hilera. Esto producía entre 40 y 50 libras por acre. Se llamó “ajedrez de maíz” debido al patrón parecido a un tablero de ajedrez. La plantación de maíz en la actualidad ha evolucionado a plantar hileras de veinte pulgadas, separadas entre ellas tan solo nueve pulgadas, con rendimiento a menudo mucho mayores que doscientas libras por acre. Si tu objetivo es cosechar la menor recompensa posible, puedes plantar a la vieja usanza o no plantar nada. Pero, si quieres una recompensa con el mayor rendimiento posible, es necesario que plantes una mayor población de maíz.

Cuando el apóstol Pablo se dirige al tema del dar cristiano por última vez en esta epístola, escribe: “El que siembra escasamente cosechará escasamente, y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará”(II Corintios 9:6). Aquí, Pablo está usando el mismo ejemplo compartido anteriormente sobre plantar maíz y volúmenes de rendimiento. Al hacerlo, agrega tres principios básicos. Primero, cuando se hacen ofrendas al Señor, deben ser proporcionales a lo que Dios ha dado, pero solo debe hacerse voluntariamente y “no con ablegación”, sino como un “dador alegre” (vs.7). Si uno no puede dar de buena gana y alegremente, uno tampoco puede dar hasta la cosecha de una recompensa eterna. Por lo tanto, debemos buscar tener la actitud correcta en nuestros corazones al momento de dar. Recordar el supremo sacrificio amoroso de parte de nuestro Salvador debería ayudar. Segundo, Pablo nos dice que Dios puede trabajar en nuestras circunstancias que, incluso cuando tenemos menos después de dar, Dios puede capacitarnos para que todavía tengamos “… todas las cosas todo lo necesario” (vs.8). Algunos ven esto como el Señor trabajando para mantener los gastos bajos haciendo que las cosas duren más tiempo. Otros ven esta explicación como el Señor trabajando para hacernos simplemente satisfechos con menos. De cualquier manera, Dios siempre provee. Tercero, cuando le damos al Señor, nos dejamos una recompensa que durará “para siempre” (vs.9). I Timoteo 6:19 lo describe como: “atesorando para sí buen fundamento para el porvenir…”

Este principio de siembra y cosecha es verdadero sin importar lo que hagamos por el Señor. ¿Cuánta recompensa eterna quieres? Alguien dijo una vez: “Solo una vida pronto pasará, solo lo que se hace por Cristo durará”. Siembra la semilla conscientemente para tu recompensa eterna a través de una donación adecuada.