El astronauta John Glenn en política: ¡postulándose para el Senado de los Estados Unidos! Parece extraño pensar en él desempeñando un papel político, pero evidentemente siente que puede servir mejor a su país en política.
Pero ¿alguna vez pensaste en la relación de Cristo con la política? Él vino a este mundo, recuerden, como un Rey. Las primeras palabras del Nuevo Testamento son: “Jesucristo, el Hijo de David…” (Mateo 1:1). Esto enfatiza el hecho de que Él vino de la línea real. Juan el Bautista había salido como heraldo del Rey para preparar su camino, y los doce apóstoles proclamaron sus derechos reales mientras predicaban “el evangelio del reino”. Todo esto fue en cumplimiento de la profecía de Isaías:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado estará sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David…” (Isaías 9:6,7).
Sin embargo, en lugar de coronarlo Rey, lo clavaron en una cruz y escribieron sobre Su cabeza Su “acusación”: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”.
En realidad nuestro Señor había venido especialmente, esta primera vez, para ser rechazado y crucificado por los pecados de los hombres. El Salmo 22, Isaías 53 y otros pasajes del Antiguo Testamento habían predicho que en Su primera venida sería despreciado y rechazado. Mateo 20:28 dice de esta venida: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.
Nuestro Señor no tuvo una muerte prematura; la cruz no fue un sacrificio inútil. Sabía que la mayor necesidad del hombre es moral y espiritual: que sus pecados deben ser pagados si no quiere ser condenado para siempre ante el tribunal de la Justicia eterna. Así que en amor vino a ser rechazado, sufrir y morir “el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (I Pedro 3:18).
Él vendrá nuevamente para juzgar y reinar como lo indica toda la profecía, pero por el momento trata con la humanidad en gracia. Efesios 1:7 dice que “en [Él] tenemos redención, por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” y Rom. 3:24 declara que los creyentes son “justificados gratuitamente por la gracia [de Dios], mediante la redención que es en Cristo Jesús”.