Durante el servicio del domingo por la mañana, celebramos un santo encuentro en el que sucedió algo que nos hizo encogernos. Desafortunadamente, mientras expresaba agradecimiento por la perfección de la división de la Palabra de Dios, el orador hablo de nuestra denominación, diciendo cuán tonta e incorrecta era nuestra interpretación de la Palabra de Dios. Parecía un orgulloso pavo real esponjado, extendiendo sus plumas y pavoneándose para impresionar a las féminas que lo rodeaban. Tristemente, esta fue la impresión que nuestro amigo cristiano dejó en aquellos de la denominación que estaba de visita, y a la cual él estaba ridiculizando.
El conocimiento de las divisiones que Dios ha colocado en Su Palabra es, de hecho, precioso. Nos ayuda a comprender mejor la verdad de las Escrituras y disuelve lo que de otro modo parecerían ser contradicciones. Pero hay dos peligros de los que debemos ser muy conscientes y evitar. El primero es buscar solo “conocimiento” cuando leemos la Palabra de Dios. Por favor no malinterpretes lo que estamos tratando de decir. El conocimiento de la sana doctrina, o información de la Palabra de Dios es esencial. Pablo les dijo a los santos en Corinto cuando él les ministraba: “… ¿de qué provecho les sería, si no les hablara con revelación, o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza?” (I Corintios 14: 6). Animó a los creyentes a “… ocuparse … de La enseñanza (I Timoteo 4:13)” … nutridos de … la buena doctrina” (I Timoteo 4:6) y capacitarse en sana doctrina (Tito 1: 9; 2: 1). Pero la trampa en la que muchos caen es pensar que la información es todo lo que deberían buscar al estudiar la Palabra de Dios. Cuando esto sucede, solo somos “vanidosos” y llenos de orgullo. Nuestro estudio entonces, en efecto, nos dejará en peor situación y menos agradables para el Señor. La segunda trampa es no buscar aplicarla para cambiar nuestras vidas. Pablo les dijo a los santos en Romanos 6:17: “Pero gracias a Dios … han obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual se han entregado”. Dios no está impresionado con cuanto sabemos, a menos que se demuestre mediante una vida más piadosa. Por lo tanto, después de cada vez que leemos las Escrituras, siempre debemos ser capaces de responder la pregunta: “¿Qué diferencia quiere Dios que haga esta información hoy en mi vida?” Este es lo más importante de cada estudio de la Biblia. Exígete a ti mismo, y a cualquiera que enseñe la Palabra de Dios, aplicar esto. No nos envanezcamos por la cantidad de enseñanzas que conocemos. ¡Transformemos nuestra vida para que sea más piadosa!