Esto es un vistazo de lo que puedes esperar a tus 40 años: Justo cuando tus hijos ya pueden independizarse en sus vidas, puede que te toque cuidar a tus padres. La edad comenzará a manifestarse en tu propio cuerpo. Es probable que desarrolles grasa en el vientre. Te dolerá la espalda si la mueves demasiado. Tus rodillas comenzarán a sonar, y te dolerán los pies. Justo cuando crees que puedes costearte tu comida, tu médico te pondrá en una dieta restrictiva. En este momento, te darás cuenta de que estás lejos de estar financiablemente preparado para tu retiro.1 Ahora que estas realidades te desalientan, echemos un vistazo alentador a cómo será tu futuro en el cielo.
El apóstol Pablo nos dice que cuando confiamos en Cristo como Salvador, efectivamente “… nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales” (Efesios 2:6). Posicionalmente, nuestro hogar ya está en el cielo, y un día ocuparemos el cielo como nuestra residencia eterna. Pero, ¿cómo será esa experiencia? Al comparar varios pasajes, incluyendo algunos relacionados con el futuro eterno de Israel, tenemos una idea de cómo será el cielo para nosotros. I Corintios 15:52-53 explica que “… los muertos serán resucitados sin corrupción … y que esto mortal sea vestido de inmortalidad.” Dios nos dará un nuevo cuerpo espiritual que es capaz de vivir en los cielos. “… Seremos semejantes Él (el Señor Jesús) …” (I Juan 3:2) capaz de comer, caminar y conversar con los demás. Apocalipsis 21:4 promete que, en nuestros cuerpos eternos, no habrá más “dolor”. Nuestra existencia en el cielo será alegre porque “estaremos siempre con el Señor” (I Tesalonicenses 4:17). “… Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto…” (Apocalipsis 21:4). Como los discípulos reconocieron instantáneamente a Moisés y a Elías en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17:4), es razonable anticipar que reconoceremos a nuestros amigos y seres amados que están en el cielo. La promesa en I Corintios 3:14 es una rica “recompensa” por servir a Cristo en vida. También seremos activos en nuestro estado eterno. Pablo explica que “… los santos han de juzgar al mundo… (y) hemos de juzgar a los ángeles” (I Corintios 6:1-3). Esto significa que se nos otorgará una posición de autoridad sobre estos reinos, y estaremos ocupados.
Establece tu afecto en estas cosas de arriba, y permítete sentir nostalgia por el cielo. ¡Será grandioso!