Una de las cosas más devastadoras en mi infancia fue algo que mis padres me dijeron. Después de un comportamiento muy inadecuado de mi parte, me regañaron severamente. Entonces dijeron: “Estamos avergonzados de ti. Sabes que no deberías actuar así.” Como cualquier otro niño, quería escuchar sus elogios y quería que se sintieran orgullosos de mí. Al escuchar esas palabras, mi espíritu fue aplastado, pero esas palabras también me motivaron a tener un mejor comportamiento.
Hay una afirmación profunda en Hebreos 11:16 “… Dios no se avergüenza de llamarse el Dios de ellos…”. El autor se refiere a varios de los santos del Antiguo Testamento de Israel. El justo Abel es el primero en ser mencionado (vs.4). Dios le había revelado a Adán y a sus hijos que la verdadera manera de adorar a Jehová era a través del sacrificio de sangre de un animal perfecto, aunque inocente. Por fe, Abel ofreció el sacrificio correcto, y le costó la vida ya que su hermano lo mató enojado con celos porque Dios aceptó su adoración. Enoc “recibió testimonio de haber agradado a Dio” (vs.5) teniendo un caminar personal diario en comunión con el Señor. En consecuencia, creció en su fe y Dios lo recompensó llevándolo al cielo sin ver la muerte. Noé se convirtió en “… heraldo de justicia…” cuando obedientemente construyó un arca. II Pedro 2: 5 se refiere a Noé como “un predicador de justicia”, porque al construir esa arca por más de cien años, proclamó la fe en Jehová a un mundo incrédulo y burlón. Hebreos 11:16-17 se refiere a Abraham como alguien sobre quien el Señor no se avergonzó. Dios le prometió un hijo del cual el Señor crearía una gran nación. Abraham tuvo que esperar más de 25 años para ver la promesa de Dios de un hijo cumplida. No obstante, Abraham obedeció y abandonó su tierra natal, aunque no sabía a dónde Dios lo estaba llevando. Él no sabía cómo Dios cumpliría su promesa de un hijo porque Abraham y Sara habían pasado años intentando engendrar alguno sin ningún éxito. Pero aún creía en la promesa de Dios por la fe (Romanos 4: 13-25). Aunque no entendía el por qué, Abraham obedeció años después cuando Dios le dijo que sacrificara a su hijo, quien era una provisión milagrosa.
Todos estos santos demostraron una fe genuina en las promesas de Dios y la obediencia a sus instrucciones. No es sorprendente que Dios no se avergüence de ser llamado su Dios. Del mismo modo, si buscas demostrar tu fe, piedad y obediencia al Señor, Él no se avergonzará de ser llamado tu Dios.